Mt 11, 28-30: En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Soy manso y humilde del corazón

Hola Jesús. Hola Jesús “manso y humilde de corazón”. Este pasaje del evangelio es la leche. Es la única vez que te describes a ti mismo, la única vez en todo el evangelio que dices cómo es tu personalidad o tu carácter. ¡La única vez!

Manso y humilde... y no es que fueras apocado: en otro momento empiezas con el látigo en el templo o cantidad de veces les dices cuatro verdades a los fariseos sin tapujos. Sino que eres manso y humilde para “rebajarte” y estar con nosotros. Tú, Dios, el que nadie ha visto, el todopoderoso, Tú te haces igual de humano y te haces exactamente igual que nosotros.

Pero, ¿cómo es posible? ¿No es una locura? ¿No es indigno de Dios todopoderoso? Y resulta que no, siempre nos has dicho que no, desde hace miles de años, ya en el Antiguo Testamento dijiste que tu “alegría es estar con los hombres” (Prov 8, 31). Resulta que te alegra, te hace súper feliz estar con nosotros. Tu grandeza es increíble. Algunos dicen que eres “magnánimo”: te caben todos. En tu interior caben todos, deseas estar con nosotros, la alegría de tu vida es bajar a nuestra vida y pasear con nosotros. Jesús, manso y humilde; Jesús, un Dios todopoderoso, deseando vivir en mi vida, estar conmigo y acompañarme siempre. Estás loco Jesús.

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