Domingo, 9 de octubre de 2022

09/10/2022 6 min
Domingo, 9 de octubre de 2022

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Síntesis del Episodio

Lc 17,11-19:

En aquel tiempo, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.

Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:

Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.

Al verlos, les dijo:

Id a presentaros a los sacerdotes.

Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.

Este era un samaritano.

Jesús tomó la palabra y dijo:

¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?

Y le dijo:

Levántate, vete: tu fe te ha salvado.


Dónde está el resto?

¡Dame la mano que te ayudo!
Le he visto, está ahí, ¡vamos!
Súbete a mi espalda, que ya estamos cerca. ¡Aguanta!

Todos estaban tan ilusionados, Jesús. Pero es que ellos, ellos no han sido como yo, ellos se lo merecen, yo soy de Samaria, si quiera puedo volver a mí patria... Están todos deseando retomar la vida, hablan de mujeres, de familia, de fiestas y del mar, pero yo, yo si tuviera otra oportunidad... Si me curase, no sé qué haría, son ya 3 años, apenas puedo andar... Aprieto fuerte las piernas, la piel me abrasa.

Empiezan el vocerío: Jesús! Jesús! Aquí! Ven! Ten compasión! Jesús, por favor, ten compasión!

Compasión, me atraviesa el corazón, no puedo gritar, pero mi corazón está puesto en ese desgarro de garganta. Y en el silencio te grito, compasión, ten compasión de mí. En el silencio chillo a pleno pulmón.

Estás lejos, pero se puede ver ternura en tu mirada, no tienes miedo. Estás lejos, pero parece que me escuchas. Sencillamente, no soy digno. No levanto la mirada, pero mi súplica no cesa, sigo susurrando...ten compasión! Sálvame! Nos dices que vayamos a ver a los sacerdotes, hay tanta seguridad en tus palabras, que no dudo, me pongo en camino, todos andamos, no paran de hablar, pero mi corazón se ha quedado en tí, y sin entenderlo, confío en tí. Se me llena el corazón de alegría y de paz, me voy a curar. Me empiezo a ilusionar..
nos ha mirado, me has mirado, nos ha hablado, me has hablado.

Empiezo a sonreír, confío en este Nazareno. Resuena en mi cabeza fuertemente: alégrate, que acabas de encontrarte con tú Dios. Me giro a mirarte mientras sigo andando, las piernas siguen quemando, pero ya me da igual. Sonrío al dolor porque he conocido a mi Salvador. Vuelvo a mirarte, no estás lejos, estáis asentando campamento en medio de las higueras.

Empiezo a flipar, ya no duele tanto, me paro en seco. Todos echan a correr, veo como los demás gritan. Me miro las manos, los brazos, estoy petrificado. Esto no tiene sentido. Sigo escuchando voces a lo lejos, pero todos ellos me dan igual.

Jesús, yo quiero estar con Jesús. Mis ojos, mis manos, mis pies. Todo mi yo, sanado.
Corro de vuelta, empiezo a saltar, te miro de lejos. Estás riéndote con los brazos abiertos, me has desatado la lengua: viva el Hijo de Dios! Viva mi Salvador que ha tenido compasión de mí! Gloria a Dios! Gracias Jesús! Criaturas todas del Señor, aquí está nuestro Dios! Viva por siempre!

Me llamas por mi nombre entre risas. Nada puede frenarme, ahora sí, por fin, te tengo delante. Me tiro al suelo, rostro a tierra: Gracias. Preguntas por los demás, no puedo pensar. Gracias, repito.

Me levantas del suelo agarrándome de la mano, te abrazo fuerte. Mi cuerpo antes tembloroso, ahora sano y lleno de paz. Mi corazón acompasado escucha tus palabras: tu fe te ha salvado.