Mc 14, 12-16.22-27: El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» Él envió a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.» Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo.» Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.» Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.


Has decidido quedarte


Hoy, Jesús, no es un domingo más. Hoy no es un día que tenga más tiempo libre para estar con los que quiero. Hoy no es una celebración más. Hoy celebramos el Corpus Christi.


Podría acabar aquí, y ya podría estar rezando horas y horas que aún así no entendería la grandeza del día de hoy, donde decidiste hace mucho tiempo y decides cada día quedarte aquí conmigo, en la Eucaristía.


Si estuviéramos en un momento normal, hoy visitarías nuestras calles en tantos pueblos y ciudades del mundo. Hoy serías el rey de los barrios. Hay un virus que me impide verte por las calles, pero nada impide que seas el rey de mi corazón.


Lo he escuchado muchas veces, quiero que seas el rey de mi vida, el número uno de mi corazón. Pero de verdad Jesús, por favor sé ese número uno. Que mi día gire en torno a cuándo te voy a poder recibir, que en todos mis momentos de ansiedad sea consciente de que te has quedado en un simple trozo de pan porque yo te necesito, y Tú quieres estar ahí para cuando te necesite.


Gracias mi pobre loco, por decidir quedarte en la Tierra, gracias por acercarme cada día un poco más al cielo.

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