Escuchar "Domingo, 16 de junio de 2024"
Síntesis del Episodio
Mc 4, 26-34 · Es la semilla más pequeña, y se hace más alta que las demás hortalizas
En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
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Rabí, ya son varias las veces que he coincidido contigo durante mis rutas comerciales y hay que ver: siempre me cala en el corazón alguno de tus mensajes y paso las siguientes semanas rumiándolo.
Hoy, por suerte, he vuelto a coincidir contigo, y cada vez creo que tengo los oídos y el corazón más preparados para acoger tu Palabra.
Desde pequeño he seguido las normas a rajatabla. Ya sabes: vengo de una familia de mercaderes con la mentalidad de ser «hombres hechos a sí mismos», educándome con los maestros de la ley y sus estrictas directrices. Pero siempre me ha preocupado cómo alcanzar el Reino de los cielos, o saber si estoy en buen camino, como si necesitase una señal que me indicase si voy bien o mal.
Y hoy me dices que no depende de mí, y no solo eso, sino que es algo que no sabré ni cómo funciona, igual que el que pone una semilla y la ve germinar sin entender. ¿Por qué me resulta tan incómodo eso? Quizá necesito que me des unas pautas y objetivos claros, y yo ir cumpliéndolos a mi ritmo. Pero, como siempre, tus palabras me invitan a salir de mi zona de confort, a confiar… Qué palabra tan poco familiar…
Quizá mi afán de control se debe a mi inseguridad. Siempre me he comparado con mis hermanos mayores, que han logrado ser grandes comerciantes. Pero yo siento que no termino de arrancar, como si a pesar de seguir remando no consiguiese avanzar ni un palmo.
Así que necesito que me ayudes. Rabí, ayúdame a confiar, a no tener prisa, a disfrutar del proceso de germinación y crecimiento. A no pedir tiempos a la vida, sino vivir cada momento. Y al igual que la semilla de mostaza, volverme pequeño, humilde, moldeable, y poder llegar a ser casa y acogida de tantos pájaros que siguen sobrevolando sin dónde posarse.
En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
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Rabí, ya son varias las veces que he coincidido contigo durante mis rutas comerciales y hay que ver: siempre me cala en el corazón alguno de tus mensajes y paso las siguientes semanas rumiándolo.
Hoy, por suerte, he vuelto a coincidir contigo, y cada vez creo que tengo los oídos y el corazón más preparados para acoger tu Palabra.
Desde pequeño he seguido las normas a rajatabla. Ya sabes: vengo de una familia de mercaderes con la mentalidad de ser «hombres hechos a sí mismos», educándome con los maestros de la ley y sus estrictas directrices. Pero siempre me ha preocupado cómo alcanzar el Reino de los cielos, o saber si estoy en buen camino, como si necesitase una señal que me indicase si voy bien o mal.
Y hoy me dices que no depende de mí, y no solo eso, sino que es algo que no sabré ni cómo funciona, igual que el que pone una semilla y la ve germinar sin entender. ¿Por qué me resulta tan incómodo eso? Quizá necesito que me des unas pautas y objetivos claros, y yo ir cumpliéndolos a mi ritmo. Pero, como siempre, tus palabras me invitan a salir de mi zona de confort, a confiar… Qué palabra tan poco familiar…
Quizá mi afán de control se debe a mi inseguridad. Siempre me he comparado con mis hermanos mayores, que han logrado ser grandes comerciantes. Pero yo siento que no termino de arrancar, como si a pesar de seguir remando no consiguiese avanzar ni un palmo.
Así que necesito que me ayudes. Rabí, ayúdame a confiar, a no tener prisa, a disfrutar del proceso de germinación y crecimiento. A no pedir tiempos a la vida, sino vivir cada momento. Y al igual que la semilla de mostaza, volverme pequeño, humilde, moldeable, y poder llegar a ser casa y acogida de tantos pájaros que siguen sobrevolando sin dónde posarse.
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