La cultura, las artes, el patrimonio y el turismo enfrentan dos condenas radicalmente opuestas en los programas de Artes y Kaiser, polarizando el futuro del sector entre la irrelevancia económica y la subordinación moral. El plan de Eduardo Artés, relega a la cultura a una función casi nula, sin presupuesto ni estrategia, reflejando su prioridad en la estatización económica y la seguridad material. Su honestidad brutal reside en su silencio: el arte simplemente no es estratégico. En cambio, Johannes Kaiser eleva la cultura a una "Batalla Cultural" al declarar la guerra a ideologías progresistas para restaurar los valores de la filosofía cristiano occidental. Sin embargo, esta cruzada ideológica se acompaña de una austeridad fiscal total, externalizando la gestión del patrimonio al mecenazgo privado y desmantelando los fondos públicos. En resumen, Artes condena a la cultura a la irrelevancia por falta de recursos; Kaiser la condena a la purga ideológica y la relega a la caridad ilustrada.

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