Escuchar "Tristeza de la buena"
Síntesis del Episodio
A TI ¿QUÉ TE HACE LLORAR?
Todos lloramos, pero lloramos por diferentes cosas.
Los motivos de nuestro llanto dicen mucho de la orientación de nuestro corazón.
Aquellos que viven fuera del reino de los cielos lloran porque no pueden acaparar tanto como quisieran de este mundo, se lamentan por su ausencia de gozo, a pesar de la abundancia de cuantos deleites terrenales puedan probar.
Por otro lado, los habitantes del reino de los cielos lloran por asuntos muy diferentes; lloran por su pecado; por las omisiones a la ley de Dios y las transgresiones a su voluntad. Lloran también por el pecado del mundo; no con aires de fariseos, no con baños de puritanismo, sino con verdadero pesar por la incredulidad de las personas. Y lloran además, cada vez que sienten un aire de enfriamiento espiritual, una racha de decadencia en su devoción a Cristo – cuando Jesús pareciera que deja de ser su primer amor, entonces se enciende una alarma de tristeza y preocupación. Pero las preocupaciones del cristiano son diferentes a los afanes del incrédulo – a uno le importa la santidad, a otro la frivolidad; uno quiere que no acabe la fiesta terrenal, el otro cuenta los días para llegar a la patria celestial. Uno llora por el pan de vida, el otro sólo quiere una rebanada más del pastel que se sirve en la feria de las vanidades.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. (Mat.5:4)
Todos lloramos, pero lloramos por diferentes cosas.
Los motivos de nuestro llanto dicen mucho de la orientación de nuestro corazón.
Aquellos que viven fuera del reino de los cielos lloran porque no pueden acaparar tanto como quisieran de este mundo, se lamentan por su ausencia de gozo, a pesar de la abundancia de cuantos deleites terrenales puedan probar.
Por otro lado, los habitantes del reino de los cielos lloran por asuntos muy diferentes; lloran por su pecado; por las omisiones a la ley de Dios y las transgresiones a su voluntad. Lloran también por el pecado del mundo; no con aires de fariseos, no con baños de puritanismo, sino con verdadero pesar por la incredulidad de las personas. Y lloran además, cada vez que sienten un aire de enfriamiento espiritual, una racha de decadencia en su devoción a Cristo – cuando Jesús pareciera que deja de ser su primer amor, entonces se enciende una alarma de tristeza y preocupación. Pero las preocupaciones del cristiano son diferentes a los afanes del incrédulo – a uno le importa la santidad, a otro la frivolidad; uno quiere que no acabe la fiesta terrenal, el otro cuenta los días para llegar a la patria celestial. Uno llora por el pan de vida, el otro sólo quiere una rebanada más del pastel que se sirve en la feria de las vanidades.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. (Mat.5:4)
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