El libro de Éxodo, en el capítulo treinta y tres, nos cuenta la relación de Dios
con Moisés y con su pueblo.
En el versículo uno y dos leemos: Jehová dijo a Moisés: Anda, sube de aquí,
tú y el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra de la cual juré a
Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré; y yo enviaré
delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo y al amorreo, al heteo, al
ferezeo, al heveo y al jebuseo.
¿Dios está llamando a Moisés a una tarea fácil?
Por supuesto que no, Dios está llamando a su siervo a una tarea casi
imposible de hacer.
Así es Dios, nos llama a tareas imposibles y difíciles de cumplir.
Su verdadera
intención, es que no dependamos de nuestra suficiencia ni capacidad para
dirigir a otras personas.
El Señor, nos llama para que dependamos únicamente de su Gracia y su respaldo constante para hacer su obra.
Cuando el Señor nos llama, muere todo orgullo y pretensión humana.
En el versículo catorce, El Señor le dice a Moisés: Mi presencia irá contigo, y
te daré descanso.
Caminar sin la guía del Señor, es caminar sin rumbo, es caminar sin brújula a
una tierra de gigantes.
Caminar con Dios, trae descanso, paz, seguridad y propósito.
Moisés le contesta al Señor: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos
saques de aquí.
Moisés, entendió que es imposible poder hacer la obra de Dios si el Señor no
es quien le guía y le capacita para tener éxito.
Es tiempo, de rectificar y volver a los inicios de nuestro llamado.
Es tiempo, de romper toda estructura humana que hemos levantado buscando
seguridad y confort.
Es tiempo, de seguir a Jesús y abandonar todo ídolo e imagen que hemos
levantado en nuestros corazones.
¿Estoy dispuesto a obedecer todas las instrucciones del Señor?
¿Estoy tomando decisiones bajo la guía y el respaldo del Señor?
Señor, quiero avanzar, solo si tú presencia va conmigo.

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