El apóstol Pablo, en el capítulo ocho de la carta a los romanos en el versículo
dieciocho les dice: Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo
presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse.
En la vida cristiana, experimentamos decepciones, agravios, traición y en
muchas ocasiones aflicciones que no logramos comprender.
El fracaso de muchos, es pensar que por ser cristianos y vivir una vida
apartada del pecado evitaremos el dolor, la perdida, al abandono, la soledad
etc.
El evangelista Juan en el capítulo dieciséis, versículo treinta y tres nos cuenta que Jesús les
dice a sus discípulos: En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he
vencido al mundo.
Las aflicciones, nos deben acercar más a Dios y su presencia.
Las aflicciones, nos deben hacer más fuertes y determinados a seguir a Jesús
bajo cualquier circunstancia.
Lo que ahora sufrimos, no es nada comparado con la gloria que Jesús nos
revelará más adelante.
Las aflicciones del presente, son oportunidades que Dios permite para
fortalecer nuestra fe en Jesús.
Las aflicciones, nos ayudan a depender más en Jesús que en las personas
están a nuestro lado.
Las aflicciones, nos purifican, así como el oro es purificado en el fuego.
Las aflicciones del presente, nos son para nada agradables, pero si
necesarias.
Las aflicciones, nos ayudan a experimentar gozo y contentamiento en el Señor
y su voluntad.
Debemos decir como dijo el apóstol Pablo escribiendo desde la prisión a los
filipenses.
Sé vivir con casi nada o con todo lo necesario. He aprendido el secreto de
vivir en cualquier situación, sea con el estómago lleno o vacío, con mucho o
con poco. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
¿Estoy aprovechando el tiempo de aflicción para buscar más a Dios y su
voluntad?

¿Estoy aprovechando el tiempo de aflicción para humillarme delante de la presencia de Dios?


Señor, ayúdame a soportar la dura prueba, ayúdame a verte en todo tiempo y
momento.

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