Escuchar "Duelos"
Síntesis del Episodio
El dolor por las pérdidas en la vida es inevitable. Los duelos no se pueden forzar, ni gestionar, sólo se tiene que pasar por cada uno de ellos. En la vida, no son precisamente los días los que recordamos, sino los momentos vividos con aquellos que queremos y están a nuestro lado. El duelo nos revela mucho de nosotros. Nos hace pensar cosas que nunca hemos pensado y nos hace hacer cosas que nunca hemos hecho.
Entre las etapas del duelo están: La negación donde decimos: “Esto no puede estarme pasando”, está la etapa del enojo donde nos preguntamos “¿Por qué está pasando esto? ¿Quién es el culpable?” También lidiamos con la negociación: “Si esto no hubiera pasado, yo haría esto o aquello”. Eventualmente enfrentamos la depresión donde decimos: “Yo no puedo lidiar con esto, estoy muy triste para hacer algo”. Finalmente, llegamos a la aceptación donde reconocemos lo que ha pasado, aceptando lo que no se podrá cambiar para retomar la vida moviéndonos hacia adelante.
Lo más hermoso es que Jesús está presente en medio de nuestro dolor. Él supo lo que era llorar por un ser querido. Por ejemplo, en la tumba de su amigo Lázaro, antes de proferir Su Palabra de poder y decirle que saliera completamente resucitado, “Jesús lloró”. Él sintió el dolor de la pérdida humana y se compadece con nosotros. Además, nos provee de Su consuelo y nos da la esperanza de una vida eterna en Él. La Biblia dice en Juan 11:25, “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” (RV1960)
Entre las etapas del duelo están: La negación donde decimos: “Esto no puede estarme pasando”, está la etapa del enojo donde nos preguntamos “¿Por qué está pasando esto? ¿Quién es el culpable?” También lidiamos con la negociación: “Si esto no hubiera pasado, yo haría esto o aquello”. Eventualmente enfrentamos la depresión donde decimos: “Yo no puedo lidiar con esto, estoy muy triste para hacer algo”. Finalmente, llegamos a la aceptación donde reconocemos lo que ha pasado, aceptando lo que no se podrá cambiar para retomar la vida moviéndonos hacia adelante.
Lo más hermoso es que Jesús está presente en medio de nuestro dolor. Él supo lo que era llorar por un ser querido. Por ejemplo, en la tumba de su amigo Lázaro, antes de proferir Su Palabra de poder y decirle que saliera completamente resucitado, “Jesús lloró”. Él sintió el dolor de la pérdida humana y se compadece con nosotros. Además, nos provee de Su consuelo y nos da la esperanza de una vida eterna en Él. La Biblia dice en Juan 11:25, “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” (RV1960)
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