«Por mano de aquella mujer, Dios daba salud a tantos heridos»

13/08/2025 4 min
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Síntesis del Episodio

(Aniversario de la Caída de Tenochtitlan) Hace más de cinco siglos, el conquistador español Hernán Cortés «mandó hacer un banquete... en señal de alegrías de... haber ganado» en la toma de Tenochtitlan, la antigua capital del Imperio Azteca ubicada en la actual Ciudad de México. «Y para hacer la fiesta mandó convidar a todos los capitanes y soldados que le pareció que era bien tener [en] cuenta.... [Después] que habían alzado las mesas, salieron a danzar las damas que había, con los galanes cargados con sus armas, que era para reír...» Así describe en parte Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, aquella cena celebratoria que se dio el 13 de agosto de 1521. A continuación el acreditado cronista español nombra a las mujeres selectas invitadas, entre ellas María de Estrada, Beatriz Bermúdez de Velasco e Isabel Rodríguez.1 Aunque Isabel, al igual que María y Beatriz, sin duda tuvo que tomar las armas y combatir en las batallas en las que participó, particularmente durante el Sitio de Tenochtitlan, lo que la distinguió a ella fue el rol de médica que desempeñó. En 1520, Isabel y su esposo Miguel Rodríguez de Guadalupe se unieron a la expedición de Hernán Cortés y, después de las bajas sufridas durante la Noche Triste y de la victoria obtenida en la Batalla de Otumba, ella comenzó a coordinar y a entrenar a voluntarias entre las mujeres, tanto españolas como indígenas aliadas, con las que creó un cuerpo de enfermería para acompañar de continuo a los combatientes. Según el catedrático castellano Francisco Cervantes de Salazar en su Crónica de la Nueva España, «como eran tan continuas las refriegas, salían de la una parte y de la otra muchos heridos, de tal manera que no había día que, especialmente de los indios amigos, no saliesen cientos heridos, a los cuales una mujer española, que se decía Isabel Rodríguez, lo mejor que ella podía les ataba las heridas y se las santiguaba “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, un solo Dios verdadero, el cual te cure y sane”, y esto no lo hacía más de dos veces, y muchas veces no más de una, y acontecía que aunque tuviesen pasados los muslos, iban sanos otro día a pelear... pues por mano de aquella mujer [Dios] daba salud y esfuerzo a tantos heridos...»2 ¡Con razón que doña Isabel tenía tanto éxito en la sanidad de sus pacientes! No pretendía que era la mano de ella la que sanaba sino la mano de Dios, a quien ella invocaba y atribuía toda cura y sanidad. Aquella médica abnegada sin duda recordaba cada vez lo mismo que recordaba el apóstol Pedro al referirse a la profecía de Isaías unos 700 años antes de la muerte de Jesucristo, el Hijo de Dios, en la cruz del Calvario: que Cristo fue herido por nuestras rebeliones y maldades, que hizo suyos nuestros pecados al sufrir y morir en nuestro lugar, y que sufrió esas heridas para que nosotros pudiéramos ser sanados. Sólo hace falta que clamemos a Él pidiéndole que perdone nuestros pecados y nos sane por completo, tanto física como espiritualmente.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, 1632, Manuscrito Remón, Crónicas de América-2 (Editor Digital: Himali, Conversión a pdf: 2018), pp. 849-50 <https://historiadeamericaudea.wordpress.com/wp-content/uploads/2019/08/diaz-del-castillo_historia-verdadera.pdf> En línea 23 febrero 2025. 2 Francisco Cervantes de Salazar, Crónicas de la Nueva España, Libro quinto, Cap. CLXV, Edición digital (de Manuel Magallón) basada en la de Madrid, Atlas, 1971, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes <https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cronica-de-la-nueva-espana--0/html/29922ac8-e981-4372-adcc-8c3c6643fdaa_6.htm#438> En línea 23 febrero 2025; Manuel Orozco y Berra, Historia antigua y de la conquista de México, Tomo Cuarto, (México: Tipografía de Gonzalo A. Esteva, 1880), pp. 619-20 <https://dn790008.ca.archive.org/0/items/historiaantiguay04oroz/historiaantiguay04oroz.pdf> En línea 23 febrero 2025. 3 Is 53:5; 1P 2:24; 1Jn 1:9