Dirigidos por el Espiritu

02/03/2020 36 min Temporada 1 Episodio 8

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Síntesis del Episodio

La vida de Jesús fue un modelo a seguir en todas las facetas de su vida. Todo lo que él decía, lo que él hacía era un ejemplo. Constantemente Jesús nos enseñaba los valores del reino. Los mismos son muy distintos a lo que normalmente los religiosos y los que las personas acostumbraban a ejecutar. En el caso de esta historia, Jesús nos enseña varios valores que quiero mencionar. 
Lo primero que quiero explicar es que los valores que Jesús enseña en esta historia fueron mostrados, o probados ante una tentación. Tentación tiene varios significados y depende como se haya escrito lo podemos entender mejor. Porque cuando hablamos de tentación, la definición pudiera ser inducir a alguna persona a hacer lo malo, al pecado, procurar seducirla al pecado, tratar de persuadirla a tomar una decisión contraria a la moral o, a la ley de Dios. La palabra que se usa aquí en el original es peirazein. Peirazein tiene un elemento completamente diferente en su significado. Quiere decir probar mucho más que tentar en nuestro sentido de la palabra. 

Uno de los grandes relatos del Antiguo Testamento es el que nos cuenta por qué poco evitó Abraham sacrificar a su hijo único Isaac. Ahora bien, ese relato empezaba diciendo: " Y aconteció después de estas cosas, que tentó Dios a Abraham» (Gen_22:1. R-V "09). Está claro que la palabra tentar no puede querer decir aquí tratar de seducir al mal. Es impensable el que Dios intentara hacer a un hombre un malhechor. Pero todo queda totalmente claro cuando entendemos que quiere decir: «Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham" (R-V 60"). Había llegado la hora para la prueba suprema de la lealtad de Abraham.

Aquí tenemos, pues, una gran verdad edificante. Lo que llamamos tentación no nos viene para hacernos pecar, sino para capacitarnos para conquistar el pecado; no para hacernos malos, sino buenos; no para debilitarnos, sino para que surjamos de la prueba más fuertes y auténticos y puros. La tentación no es un castigo por ser humanos, sino la gloria de serlo cuando somos guiados por el espíritu. Es la prueba que sobreviene a una persona que Dios quiere usar. Así que debemos pensar en todo este incidente, no tanto como la tentación, sino como la prueba de Jesús.