Dicen que el Tango es un estado de ánimo y si nos apuran, un clima en cada uno de ellos. Están los que hablan de una garúa cargada de tristeza que hasta el cielo se ha puesto a llorar, o aquellos que describen la humedad, llovizna y frío que empañan el vidrio azul del viejo bar. Están también los que emulando a Vivaldi fueron capaces de escribir un Tango para cada estación y todas bellísimas como sólo el genio de Piazzolla pudo concebir. Tardes grises y trenzas tan doradas como el sol, vientos pamperos, machos y altaneros, más toda la variante climática que nuestro tango brinda por añadidura poética musical.
Tango Sensei sabe y siente que ni la fuerza primaveral con todos sus colores o la melancolía reflexiva de un crudo invierno, las llamas ardientes del verano porteño o la estación siguiente que pinta con sus hojas de ocre los senderos de la ciudad, pueden estar alejadas de nuestra música río platense, porque en ella están todas la estaciones y sensaciones que acompañan el clima de las almas tangueras, hoy y siempre.

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