Su inspiración, cultura y técnica musical le permitieron destacarse desde temprana edad, como un talentoso compositor que enriqueció la música rioplatense. Sus composiciones de curso pianístico lo hicieron del gusto popular cuando ingresó en el Tango, aportando innovación en cada una de sus piezas. Conoció a Gardel y el morocho del abasto le cantó varias piezas brotadas de su inspiración, un lujo que pocos pudieron darse en aquella época donde la selectividad era la madre de todas las elecciones que hacía el mejor cantante de todas las épocas. Su obra se vio reflejada en tangos y milongas exitosas que cantaban y tarareaban los barrios porteños. Fue Presidente de la Academia Porteña del Lunfardo y ejerció una larga y triunfal trayectoria musical hasta sus últimos días.

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