Pablo pasó 11 capítulos en el libro de Romanos enseñándonos el evangelio de Cristo:
• que todos somos pecadores,
• que Dios es infinitamente santo y justo,
• que por eso estamos bajo su ira y condenados a muerte por nuestros
pecados,
• pero que Dios, en su gran misericordia envió a su Hijo, Jesucristo, para
que Él, siendo perfecto y obediente a Dios, su Padre, muriera en nuestro
lugar,
• y esto hace posible que Dios declare justo, sin condena, a todo aquel
que cree en Jesucristo. Ya no hay condenación para todo aquel que ha
entregado su vida a Cristo en arrepentimiento y fe.

Pablo toma esa gran obra de salvación para todo aquel que cree en Cristo y lo aplica a la pregunta de “¿Cómo debemos vivir, ya que somos salvos?” En el capítulo 12 Pablo empieza a aplicar el evangelio a la vida diaria, diciendo, “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego . . . En otras palabras la vida cristiana se construye sobre la misericordia de Dios. No somos un grupo que trata de ganar el favor de Dios. Somos un grupo anonado por el hecho de que hemos experimentado el favor completamente no merecido de Dios debido a lo que hizo Cristo por nosotros. No tratamos de merecer misericordia por medio de mostrarles misericordia a otros, sino que podemos vivir con misericordia hacia otros porque hemos experimentado la misericordia de Dios.

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