Desde pequeñitos nos educan en un modelo de salud intervencionista. Es decir, ¿Te duele la cabeza? ¡Busquemos una pastilla que elimine dicha molestia!

Esto es una maravilla. A ver quien quiere ir por ahí viviendo con ese dolor presente y constante.

Sin embargo, esto genera unas secuelas que no nos gustan tanto. Por ejemplo, cuando la demanda que hacemos a un psicólogo está narrada desde ahí, desde ese conocimiento y esa costumbre. “Oye, quítame la pena, o el miedo, o lo que sea que me moleste”.

Y sobre todo, cuando tenemos que aprender a vivir con un dolor crónico. Aquí este aprendizaje que nos ha salvado tantas veces se convierte en una utopía para miles de personas. Cuando no hay intervención disponible que permita que eliminemos esa molestia.

Este verano ha sido movidito. Como much@s sabéis por aquí lo hemos pasado en una planta de traumatología tras el sustazo de nuestras vidas. Y hemos (y aún estamos) convivido con el dolor físico.

El mindfulness nos puede ayudar a colocarnos en un lugar diferente. A plantearnos y cuestionarnos ese aprendizaje obtenido , incluso a aprender sobre ese dolor. Os prometimos un ejercicio y ya lo tenemos.

Os dejamos una meditación para que os acerquéis al dolor crónico desde un lugar nuevo. ♥️

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