La debilidad no es un signo de derrota, sino una oportunidad para que la fuerza de Dios se manifieste en nosotros. Los héroes de la fe-como Pablo, David o José no fueron invencibles por si mismos, sino porque aprendieron a depender totalmente de Dios en sus momentos más bajos. Y lo mismo pasa en la sociedad: todos enfrentamos cansancio, comparaciones, fracasos y cargas que nos hacen sentir insuficientes. Pero es precisamente ahí donde la gracia se vuelve suficiente, donde la fe transforma la derrota en victoria y donde entendemos que nuestra debilidad no nos define, lo hace la fuerza de Cristo en nosotros

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