Cuando suena el silbato los ánimos se agitan y los rostros se mueven marcando el ritmo de un balón, entre once jugadores de dos equipos que lo dan todo. En ese partido, en cada partido se juegan tal vez un campeonato, tal vez una apuesta, pero siempre, siempre, se pone en jaque al corazón. En este noviembre que comienza, en San Martín celebramos la tradición, y el fútbol como tal, tiene la fuerza telúrica y siempre en tensión de un suspiro prolongado, de un silencio ensordecedor, y finalmente de un solo grito. Pero para los argentinos el fútbol no es sólo un juego, es el ritmo absoluto de la sangre recorriéndonos las venas, es justicia histórica, como lo cuenta Eduardo Sacheri en este famoso cuento: “Me van a tener que disculpar”.
Lector: Pablo Otero. Si tienen algún comentario o sugerencia pueden escribirnos a [email protected]

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