Tan sólo a la Luz del Agradecimiento infinito es que se puede uno remitir
para siquiera expresar algo en estas líneas.
Esta Octava va dedicada tanto a aquellos hermanos que van adelante en el
camino, los cuales un día tomándose el riesgo que ello significaba, le
invitaron a esta alma, a ingresar a un mundo que había sido construido con
y bajo el profundo esfuerzo, tanto de sus seres como el de que los
antecedieron; entregándole con ello, la maravillosa oportunidad de
comprender y ser comprendida por la Embriagante Escencia del Amor, hecha
carne en la Hermandad, en cada hermano, en cada Ser.
Para ellos y para todos los hermanos, presentes y ausentes y todos los que
de alguna manera hicieron posible que siquiera uno vislumbrara esa Cita
con El Creador, en esta Vida.
A mis hermanos que encarnan esta familia espiritual y esa familia terrenal,
¡Gracias infinitas por haberme permitido Ser!

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