Antes de convertirse en los monstruos elegantes de capa negra y colmillos perfectos que vemos en las películas, los vampiros tuvieron un origen mucho más humano… y bastante menos glamuroso. En este especial nos adentramos en la parte antropomórfica del mito del vampiro, cuando eran más parecidos a un vecino con mala cara que a un seductor con acento de Transilvania.

Los primeros vampiros no brillaban bajo la luna ni tenían castillos góticos; más bien parecían muertos que no sabían cuándo parar la fiesta.

En este video exploramos cómo el miedo a la descomposición y las ganas de encontrarle explicación a todo convirtieron a simples cadáveres en los primeros vampiros. Criaturas que nacieron de nuestra obsesión con la muerte, de la manía de pensar que siempre hay alguien que regresa del más allá, y de la sospecha de que tu vecino del pueblo podría levantarse de la tumba con más hambre que nunca.

Prepárate para un viaje entre lo histórico, lo macabro y lo ridículamente humano, donde descubrimos que los vampiros, en el fondo, siempre fueron un reflejo de nosotros mismos… pero con ojeras mucho peores.

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