Estamos ante el último (de momento) capítulo que le he tributado a Miguel Ríos como parte esencial del Rock en España. Es nuestro sello de identidad más auténtico y duradero. Sin él, todo hubiera sido diferente y más aburrido. No se si llegaré a hacer algún capítulo más, y digo esto porque a día de hoy cuando escribo estas líneas, todavía sigue en activo creando situaciones que hacen de él un artista único y muy singular con diferencia al resto de los que he conocido en el rock hispano y en sus facetas artísticas. Lo mismo dentro de un tiempo me da por hacer el cuarto capítulo y así sucesivamente hasta que dejemos de estar en este mundo o él o yo, porque nunca se sabe quien va a abandonar antes el barco. Tanto en los dos anteriores capítulos como en este, se me nota la pasión por él y su música, y no pretendo disimularlo. Miguel ha sido y es, mi DNI musical. He crecido con su música, la he tocado en los grupos con los que he estado, lo he puesto en todos mis programas de radio fuesen del tipo que fuesen y tengo casi todos sus discos en vinilo. Pero lo más importante para mi, es la herencia que ha dejado ya en el panorama musical en nuestro país. Generaciones de artistas se han visto influenciados por su música, que con ello han hecho crecer al rock español. No se puede olvidar la gasolina que supuso Miguel Ríos en la poderosa década de los 80, que hizo combustionar la música nuestra contemporánea. Pero él ya venía de haber hecho arder las naves en la década anterior (los 70) que a la postre supuso la ignición del gran incendio devastador que vino después. Y lo mejor, es que esto ya no hay quien lo pare.
A lo mejor tengo la suerte de encontrarme de nuevo en el camino de Miguel. Hasta entonces disfrutaré de lo que tenemos hasta ahora.

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