Cada año se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos, un tercio de lo que se produce a nivel mundial. Con todo lo que se tira, podrían alimentarse millones de personas que hoy pasan hambre.

Hoy en "Otro Puchero es Posible", hablamos de que en el proceso de desperdicio alimentario no solo se tira comida: se desperdicia tiempo, dinero, trabajo y recursos naturales. Todo eso se pierde como si fuera un daño colateral asumible. Y es que para las grandes empresas alimentarias, desperdiciar forma parte del negocio: les sale más barato tirar que hacer las cosas bien.

A diferencia de lo que nos quieren convencer, el desperdicio alimentario no nace en los hogares: empieza mucho antes, en el propio sistema alimentario. Es en los campos, en los almacenes, en los supermercados y en las cadenas de distribución donde más comida se pierde, no en nuestras cocinas. El problema de fondo es que nuestro sistema agroindustrial está pensado para que unos pocos se enriquezcan, aunque se tire comida a montones.

La salida pasa por varios niveles. Apostar por mercados locales, porque cuanto más cerca se produce, menos se desperdicia. Volver a valorar la comida y el trabajo que hay detrás de los alimentos, recuperando saberes de aprovechamiento en casa. Revivir prácticas comunitarias (compartir sobras, cocinar juntas, crear neveras o comedores comunitarios) que hagan circular la comida. Y, sobre todo, exigir políticas valientes que frenen el despilfarro de las grandes empresas.

Por que evitar el desperdicio desde los hogares, las comunidades y las instituciones es proteger lo que nos da vida frente a un sistema que sigue tratando los alimentos como una mercancía desechable.

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