CICERÓN, EL ABOGADO DE LA REPÚBLICA

Jamás sabremos cuál fue el color de sus ojos pero su figura es bella; la vemos en Roma: Marco Tulio Cicerón se encuentra en la Via dei Condotti, sobre el Corso, en la Piazza di Spagna, ante el Castel Sant'Angelo. Tiene la nariz fuerte, la frente elevada, está más cercano que cualquier estatua griega: el realismo fue una invención romana. Cicerón era abogado, su arma era el lenguaje; fue el representante más acabado de la elocuencia que lleva a una asamblea a la decisión, la que impulsa el pensamiento. Este tipo de elocuencia floreció en Grecia y gracias a ella Cicerón pudo ser el hombre que fue. Hoy, la elocuencia ya no es un arte liberal mayor, aunque la retórica guarde su importancia en política. Cicerón también era un filósofo. Aprenderemos de él la política, las relaciones del hombre de acción con sus conciudadanos; aprenderemos de su herencia cómo organizar a la comunidad para vivir en buena convivencia con el vecino, el arte de vivir, ese respeto del otro y de sí mismo. Todo esto es singularmente moderno.
CICERÓN vivió en el siglo que precedió a nuestra era. En 509 a.C.se instaura la república romana; la organización social obedece a una jerarquía de castas, se construye un sistema; se garantiza la coherencia por medio de los ritos, actitudes colectivas que comprometen a los seres humanos en unas prácticas cotidianas codificadas. Poco a poco, Roma se abre al mundo y se vuelve un centro mercante mayor. Los ricos romanos lo son en proporciones que harían soñar a nuestros dueños de la industria; los propietarios modestos no tienen los medios para subsistir en sus tierras y se suman a las masas urbanas que viven en la miseria. Roma se vuelve la capital de occidente.

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