Escuchar "La nueva Tierra 10"
Síntesis del Episodio
Conseguir que la luz sea una preocupación constante
Hay que buscar la luz, concentrarse en ella, beberla, comerla, colocarla más allá de cualquier
tesoro terrenal. Cuando tengáis un instante libre, cerrad los ojos y concentraos en esta imagen de
la luz que todo lo penetra y que aporta todas las bendiciones.
Si tenéis que esperar en casa del dentista o en una estación... en lugar de hojear revistas llenas
de cosas inútiles o estúpidas, pensad algunos minutos en la luz.
Cuando andéis por la calle, deteneos un momento ante un escaparate haciendo ver que lo
miráis, y allí, concentraos algunos segundos intentando introducir la luz en vosotros. Cuando
emprendáis la marcha de nuevo, os sentiréis más ligeros, más limpios.
Este ejercicio es válido en todas las circunstancias de la vida: cocinando, escribiendo cartas,
lavando, vistiéndose, desvistiéndose, podéis imaginar durante algunos segundos esta luz en la que
se baña el universo entero.
Algunos clarividentes la han visto; han visto todas las criaturas, todos los objetos, e incluso
las piedras, bañarse en esta luz y emanarla.
La luz que calma y que cura
Cuando sintáis vuestra alma oscurecida por una pena, por una dificultad, por una duda, id
hacia la luz y habladle. Decidle : «Oh luz, tú que eres la más inteligente, entra en mí, ven a
iluminar mi corazón y mi cerebro.» Y la luz llegará y os iluminará.
Cuando meditemos en silencio, olvidémonos de las preocupaciones y concentrémonos en esta
luz como si nuestra salud dependiera de ello. Pensemos que es nuestro último momento, que
vamos a abandonar la tierra y que sólo la luz puede salvarnos... y unámonos a ella. Sólo debe
importaros la luz, nada más.
Esta luz os la podéis imaginar blanca, incandescente, y entonces decís como los Iniciados:
«Soy una de las parcelas del alma incandescente...» También os la podéis imaginar violeta, azul,
verde, amarilla, naranja, o roja. Pero es preferible que sea blanca, porque la luz blanca resume,
reúne a todas las demás. En esta luz blanca tenéis el poder total del violeta... la paz y la verdad
del azul.. la riqueza y el rejuvenecimiento eterno del verde... la sabiduría y el conocimiento del
amarillo... la salud, el vigor, la vitalidad del anaranjado... la fuerza, la actividad y el dinamismo
del rojo. Pero, primeramente, que sea blanca.
Cuando lleguéis a concentraros en la luz y la sintáis como un océano que vibra, que palpita,
que se estremece, en donde todo es paz, felicidad, alegría, entonces comenzaréis a sentir que esta
luz también es un perfume y una música - esta música cósmica llamada la música de las esferas -,
el canto de todo lo que existe en el universo.
No existe trabajo más digno, más glorioso, más poderoso que este trabajo con la luz. Si
queréis realmente ocuparos en algo grande, noble, no hay otra cosa.
Hay que buscar la luz, concentrarse en ella, beberla, comerla, colocarla más allá de cualquier
tesoro terrenal. Cuando tengáis un instante libre, cerrad los ojos y concentraos en esta imagen de
la luz que todo lo penetra y que aporta todas las bendiciones.
Si tenéis que esperar en casa del dentista o en una estación... en lugar de hojear revistas llenas
de cosas inútiles o estúpidas, pensad algunos minutos en la luz.
Cuando andéis por la calle, deteneos un momento ante un escaparate haciendo ver que lo
miráis, y allí, concentraos algunos segundos intentando introducir la luz en vosotros. Cuando
emprendáis la marcha de nuevo, os sentiréis más ligeros, más limpios.
Este ejercicio es válido en todas las circunstancias de la vida: cocinando, escribiendo cartas,
lavando, vistiéndose, desvistiéndose, podéis imaginar durante algunos segundos esta luz en la que
se baña el universo entero.
Algunos clarividentes la han visto; han visto todas las criaturas, todos los objetos, e incluso
las piedras, bañarse en esta luz y emanarla.
La luz que calma y que cura
Cuando sintáis vuestra alma oscurecida por una pena, por una dificultad, por una duda, id
hacia la luz y habladle. Decidle : «Oh luz, tú que eres la más inteligente, entra en mí, ven a
iluminar mi corazón y mi cerebro.» Y la luz llegará y os iluminará.
Cuando meditemos en silencio, olvidémonos de las preocupaciones y concentrémonos en esta
luz como si nuestra salud dependiera de ello. Pensemos que es nuestro último momento, que
vamos a abandonar la tierra y que sólo la luz puede salvarnos... y unámonos a ella. Sólo debe
importaros la luz, nada más.
Esta luz os la podéis imaginar blanca, incandescente, y entonces decís como los Iniciados:
«Soy una de las parcelas del alma incandescente...» También os la podéis imaginar violeta, azul,
verde, amarilla, naranja, o roja. Pero es preferible que sea blanca, porque la luz blanca resume,
reúne a todas las demás. En esta luz blanca tenéis el poder total del violeta... la paz y la verdad
del azul.. la riqueza y el rejuvenecimiento eterno del verde... la sabiduría y el conocimiento del
amarillo... la salud, el vigor, la vitalidad del anaranjado... la fuerza, la actividad y el dinamismo
del rojo. Pero, primeramente, que sea blanca.
Cuando lleguéis a concentraros en la luz y la sintáis como un océano que vibra, que palpita,
que se estremece, en donde todo es paz, felicidad, alegría, entonces comenzaréis a sentir que esta
luz también es un perfume y una música - esta música cósmica llamada la música de las esferas -,
el canto de todo lo que existe en el universo.
No existe trabajo más digno, más glorioso, más poderoso que este trabajo con la luz. Si
queréis realmente ocuparos en algo grande, noble, no hay otra cosa.
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