Escuchar "04 En Armonía con el Infinito."
Síntesis del Episodio
El miedo y el tedio obstruyen de tal modo las vías del cuerpo, que las fuerzas vitales
fluyen por ellas tardía y perezosamente. La esperanza y el sosiego desembarazan las vías
del cuerpo de tal manera, que las fuerzas vitales recorren un camino donde rara vez el mal
puede sentar la planta.
No hace mucho tiempo revelaba una señora a un amigo mío cierto grave mal que
padecía. Mi amigo, coligiendo de ello que entre esta señora y su hermana no debían ser las
relaciones muy cordiales, después de escuchar atentamente la explicación del mal, miró
fijamente a la señora y con enérgico aunque amistoso acento le dijo: “Perdonad a vuestra
hermana.” La señora, sorprendida, respondió:
“No puedo perdonarla.” “Pues entonces -replicó él- guardaos la rigidez de vuestras
articulaciones y la croniquez de vuestro reuma.”
Pocas semanas después mi amigo la volvió a ver. Con ligero paso se acercó ella a él
y le dijo: “Seguí vuestro consejo. He visto a mi hermana, y la he perdonado. Volvemos a
estar en buena amistad. No sé cómo es que desde el día en que nos reconciliamos fue
haciéndose menos tenaz mi dolencia, y hoy ya no queda ni rastro de aquellos alifafes. M
fluyen por ellas tardía y perezosamente. La esperanza y el sosiego desembarazan las vías
del cuerpo de tal manera, que las fuerzas vitales recorren un camino donde rara vez el mal
puede sentar la planta.
No hace mucho tiempo revelaba una señora a un amigo mío cierto grave mal que
padecía. Mi amigo, coligiendo de ello que entre esta señora y su hermana no debían ser las
relaciones muy cordiales, después de escuchar atentamente la explicación del mal, miró
fijamente a la señora y con enérgico aunque amistoso acento le dijo: “Perdonad a vuestra
hermana.” La señora, sorprendida, respondió:
“No puedo perdonarla.” “Pues entonces -replicó él- guardaos la rigidez de vuestras
articulaciones y la croniquez de vuestro reuma.”
Pocas semanas después mi amigo la volvió a ver. Con ligero paso se acercó ella a él
y le dijo: “Seguí vuestro consejo. He visto a mi hermana, y la he perdonado. Volvemos a
estar en buena amistad. No sé cómo es que desde el día en que nos reconciliamos fue
haciéndose menos tenaz mi dolencia, y hoy ya no queda ni rastro de aquellos alifafes. M
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