LA NECESIDAD DE LA ARMONÍA
La música puede hacer por el alma lo que ninguna otra actividad que recurra a los sentidos puede conseguir. Cuando las hermosas
vibraciones del órgano tocado por uno que es la Encarnación del Amor, la Compasión y la Iluminación fluyen hacia los éteres en oleadas de
primoroso sonido, no hay persona en este planeta que no sienta el alivio, la paz y el reposo que ello conlleva.
Podría asemejársele a un volumen creciente y continuo de manantial que cae desde una fuente saltarina al remanso de agua que lo rodea,
y de acuerdo con el volumen e intensidad del sentimiento del que toca la música, así se saturará el mundo de armonioso sonido. En un mundo continuamente atestado de cadencias discordantes por parte del hombre, a las cuales se les impide que salgan de la
atmósfera de la Tierra para ser devueltas y bombardear a la indefensa gente sobre su superficie, la necesidad de sonido armonioso, es
enormemente grande.
Toda persona, al generar y verter la energía de vida, puede tornarse en esa gloriosa fuente a través de la cual pueda fluir la música
Celestial con tan bellos tonos que no se hace perceptible de forma audible para los sentidos físicos del hombre. Si bien es vorazmente
absorbida, pudiera decirse que con avidez, por las hambrientas emociones de aquellos que ansían paz, alivio y reposo.
Si solamente pudierais visualizar los cuerpos de la humanidad como formas desnudas e indefensas expuestas a cada vibración que pasa,
abatidas y quebradas por la zozobra de este mundo que les es lanzada, veríais quizá, muy por encima, la necesidad que existe de contar con
centros generadores de Paz –irradiando Sanación que les pueda aliviar al igual que si ungierais una herida con aceites perfumados.
Cuando me siento al órgano, lo primero que hago es abrir de par en par las ventanas y las enormes puertas de cristal, para a continuación
quedarme muy quieto. La luz del sol se derrama a través del techo de cristal de la recámara de Mi torre donde haya ubicado el órgano. Hay un
gran número de pájaros, no enjaulados, volando de un lado a otro totalmente libres –tanto los de origen tropical como los más comunes que se
puedan encontrar en aquellas a tales alturas atmosféricas de un aire tan puro.

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