Escuchar "Pedir hasta «aburrir» al amigo"
Síntesis del Episodio
Posiblemente todos tenemos la experiencia de que cuando uno nos pide reiteradamente alguna cosa, termina aburriéndonos y «lo mandamos a paseo».
Hoy el camino de petición que enseña Jesús es distinto.
Génesis
El Génesis nos cuenta cómo Abraham intercedió por Sodoma y Gomorra.
Pidió al Señor, con perseverancia, por una razón muy simple: en aquellos pueblecitos de Sodoma y Gomorra que Dios iba a eliminar con el fuego, vivía su pariente Lot y quería salvarlo a toda costa.
Así fue intercediendo por aquellas ciudades hasta que, al fin, Dios por amor a diez justos, estaba dispuesto a perdonar a esas famosas ciudades.
La última vez que intercedió Abraham fue así:
«Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más: ¿y si se encuentran diez justos?
Contestó el Señor: “En atención a los diez no la destruiré”.».
De hecho, el Señor sacó de la ciudad a Lot y familia antes de destruirla, gracias a la intercesión de Abraham.
Salmo 137
Nos habla de la confianza en el Señor y de cómo Él escucha con amor nuestras peticiones:
«Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste…
Daré gracias a tu nombre, Señor, por tu misericordia y tu lealtad».
Y a continuación, el salmista se goza en la experiencia de la misericordia del Señor:
«El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna, no abandonas la obra de tus manos».
San Pablo
El apóstol habla a los colosenses de la importancia del bautismo que nos transforma en hijos de Dios:
«Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con Él».
De esta manera debemos meditar en la misericordia infinita de Dios a través de la muerte en cruz de Jesucristo:
«Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas y era contrario a nosotros; lo quitó de en medio clavándolo en la cruz».
Así el Señor ha multiplicado a los renacidos, gracias al sacrificio de Jesús.
Verso aleluyático
Nos recuerda la importancia del bautismo, el primer sacramento que recibimos para entrar en la Iglesia:
«Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar: ¡Abbá, Padre!».
Evangelio
Nos cuenta cómo un día en que Jesús se había retirado a un lugar desierto para hacer oración, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos».
En aquel momento Jesús les enseña a rezar el padrenuestro, que según el relato de San Lucas es el siguiente:
«Cuando oréis decid: “Padre santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos cada día nuestro pan del mañana. Perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo y no nos dejes caer en la tentación».
En esta oración tenemos lo fundamental del padrenuestro que después completará San Mateo en su evangelio y es el que rezamos diariamente.
De todas formas, Jesús, después de enseñar esta oración, les ofrece a los suyos la parábola del amigo importuno. Se trata de un señor que va a casa de su amigo a decirle:
«Amigo, préstame tres panes pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle».
Ante esta petición la respuesta del panadero es negativa porque ya está durmiendo y con sus familiares también acostados. Pero Jesús añade:
«Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite».
Con esta parábola Jesucristo nos enseña a pedir con perseverancia a Dios.
La gran lección del día es esta: La petición de Abraham y su insistencia movió «el corazón de Dios» para salvar a los familiares del gran patriarca.
Y en la parábola que sigue al padrenuestro Jesús nos enseña también a ser constantes en la oración, terminando con estas palabras:
«Si vosotros que sois malos sabréis dar cosas buenas a vuestros hijos: “¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”».
José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista
Hoy el camino de petición que enseña Jesús es distinto.
Génesis
El Génesis nos cuenta cómo Abraham intercedió por Sodoma y Gomorra.
Pidió al Señor, con perseverancia, por una razón muy simple: en aquellos pueblecitos de Sodoma y Gomorra que Dios iba a eliminar con el fuego, vivía su pariente Lot y quería salvarlo a toda costa.
Así fue intercediendo por aquellas ciudades hasta que, al fin, Dios por amor a diez justos, estaba dispuesto a perdonar a esas famosas ciudades.
La última vez que intercedió Abraham fue así:
«Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más: ¿y si se encuentran diez justos?
Contestó el Señor: “En atención a los diez no la destruiré”.».
De hecho, el Señor sacó de la ciudad a Lot y familia antes de destruirla, gracias a la intercesión de Abraham.
Salmo 137
Nos habla de la confianza en el Señor y de cómo Él escucha con amor nuestras peticiones:
«Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste…
Daré gracias a tu nombre, Señor, por tu misericordia y tu lealtad».
Y a continuación, el salmista se goza en la experiencia de la misericordia del Señor:
«El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna, no abandonas la obra de tus manos».
San Pablo
El apóstol habla a los colosenses de la importancia del bautismo que nos transforma en hijos de Dios:
«Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con Él».
De esta manera debemos meditar en la misericordia infinita de Dios a través de la muerte en cruz de Jesucristo:
«Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas y era contrario a nosotros; lo quitó de en medio clavándolo en la cruz».
Así el Señor ha multiplicado a los renacidos, gracias al sacrificio de Jesús.
Verso aleluyático
Nos recuerda la importancia del bautismo, el primer sacramento que recibimos para entrar en la Iglesia:
«Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar: ¡Abbá, Padre!».
Evangelio
Nos cuenta cómo un día en que Jesús se había retirado a un lugar desierto para hacer oración, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos».
En aquel momento Jesús les enseña a rezar el padrenuestro, que según el relato de San Lucas es el siguiente:
«Cuando oréis decid: “Padre santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos cada día nuestro pan del mañana. Perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo y no nos dejes caer en la tentación».
En esta oración tenemos lo fundamental del padrenuestro que después completará San Mateo en su evangelio y es el que rezamos diariamente.
De todas formas, Jesús, después de enseñar esta oración, les ofrece a los suyos la parábola del amigo importuno. Se trata de un señor que va a casa de su amigo a decirle:
«Amigo, préstame tres panes pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle».
Ante esta petición la respuesta del panadero es negativa porque ya está durmiendo y con sus familiares también acostados. Pero Jesús añade:
«Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite».
Con esta parábola Jesucristo nos enseña a pedir con perseverancia a Dios.
La gran lección del día es esta: La petición de Abraham y su insistencia movió «el corazón de Dios» para salvar a los familiares del gran patriarca.
Y en la parábola que sigue al padrenuestro Jesús nos enseña también a ser constantes en la oración, terminando con estas palabras:
«Si vosotros que sois malos sabréis dar cosas buenas a vuestros hijos: “¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”».
José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista
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23/11/2025
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