Ante cualquier dificultad de la vida, y cuando sentimos que humanamente no podemos hacer casi nada… o nada, solemos recurrir a la oración, en búsqueda de ayuda Divina, porque en dicha acción encontramos un refugio, o bien, porque sabemos que si ponemos toda nuestra fe, esa gracia objeto de nuestra súplica, podría ser concedida.

Pero, ¿estás orando de la manera adecuada?

La oración es una práctica potente, a través de la cual hallamos un buen camino para alcanzar nuestros deseos.

No obstante, debemos aprender a practicarla de la manera adecuada.

Cuando las personas rezan, piden algo, pero lo piden desde la carencia.

Si no es recibido el favor solicitado, por una parte, la primera reacción es enemistarse con la gracia divina, y acto seguido, concluir que es imposible competir con el poder de esa  presencia creativa.

Se suele rezar con un complejo de inferioridad, desde la desesperación, la necesidad o sufrimiento; por otra parte, se cree que se debe rezar en un sitio particular, repitiendo de manera mecánica una serie de plegarias, muchas veces, mientras se está pensando en otra cosa; y por supuesto, a todos les encanta hacer alguna promesas, pero con la condición de ver cumplida su solicitud.

El problema es que al hacer una exigencia a un poder superior, se obvia por completo el poder que yace dentro de nosotros mismos.

Entonces, ¿qué te parece si aprendemos a rezar?

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