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Síntesis del Episodio
SALVOS DE TODA CONDENACIÓN
En los tribunales de justicia de las naciones del mundo, cuando un acusado es declarado inocente de todos los cargos que se le imputaban, inmediatamente va a ser absuelto de toda culpabilidad y no va a tener que pagar ninguna condenación, más bien, el ahora declarado inocente, va a ser puesto en libertad para que pueda seguir adelante con su vida. Algo similar sucede con los conversos, cuando son justificados de todos sus pecados por el sacrificio realizado por Cristo Jesús en el madero. Esta afirmación la realiza el apóstol Pablo en su epístola a los Romanos: “Y, como se nos declaró justos a los ojos de Dios por la sangre de Cristo, con toda seguridad él nos salvará de la condenación de Dios.” Romanos 5:9. NTV.
Los pecados que cometen los hombres a lo largo de sus vidas, los hacen culpables delante de Dios y merecedores de su ira y condenación. Pero esta realidad de culpabilidad es cambiada en el instante que el hombre muestra un sincero arrepentimiento de sus pecados y acepta de todo corazón el sacrificio realizado por Cristo Jesús en su favor. Una vez que el hombre entrega toda su vida a Cristo, ya no es más contado entre pecadores o culpables del mundo, porque es absuelto de todos sus pecados al costo enorme de la preciosa sangre del Salvador, la cual fue derramada por Su inmenso amor a la humanidad en la cruz del Calvario. El hombre converso que antes de su arrepentimiento era contado entre los culpables y condenados, ahora es contado como justo en la presencia de Dios, y no tiene que pagar ninguna condenación, por cuanto el Señor ya pagó un precio muy alto para justificarlo cuando era pecador.
La preciosa sangre de Cristo derramada en el madero, no solo libera o justifica toda culpabilidad de pecado al converso, sino que también lo libera de toda la ira de Dios. El creyente tiene la total certeza de que el Señor lo salvará del día malo venidero sobre el mundo pecador. Dia trágico en el cual el Justo Juez del gran trono blanco descargará toda Su ira sobre todos los que no aceptaron el enorme sacrificio realizado por Su amado Hijo. Si hemos aceptado de todo corazón a Cristo, no tenemos que tener miedo del día glorioso de nuestro amado Dios, porque tenemos la seguridad de que nuestro amado Redentor nos salvará de aquel día. Mientras ese día llegue, por nada del mundo debemos descuidar la salvación que nos dio nuestro Señor. Cada día debemos tratar de vivir como corresponde a unos verdaderos hijos de Dios, guardando y obedeciendo a cada una de sus instrucciones que se encuentran en su bendita Palabra.
En los tribunales de justicia de las naciones del mundo, cuando un acusado es declarado inocente de todos los cargos que se le imputaban, inmediatamente va a ser absuelto de toda culpabilidad y no va a tener que pagar ninguna condenación, más bien, el ahora declarado inocente, va a ser puesto en libertad para que pueda seguir adelante con su vida. Algo similar sucede con los conversos, cuando son justificados de todos sus pecados por el sacrificio realizado por Cristo Jesús en el madero. Esta afirmación la realiza el apóstol Pablo en su epístola a los Romanos: “Y, como se nos declaró justos a los ojos de Dios por la sangre de Cristo, con toda seguridad él nos salvará de la condenación de Dios.” Romanos 5:9. NTV.
Los pecados que cometen los hombres a lo largo de sus vidas, los hacen culpables delante de Dios y merecedores de su ira y condenación. Pero esta realidad de culpabilidad es cambiada en el instante que el hombre muestra un sincero arrepentimiento de sus pecados y acepta de todo corazón el sacrificio realizado por Cristo Jesús en su favor. Una vez que el hombre entrega toda su vida a Cristo, ya no es más contado entre pecadores o culpables del mundo, porque es absuelto de todos sus pecados al costo enorme de la preciosa sangre del Salvador, la cual fue derramada por Su inmenso amor a la humanidad en la cruz del Calvario. El hombre converso que antes de su arrepentimiento era contado entre los culpables y condenados, ahora es contado como justo en la presencia de Dios, y no tiene que pagar ninguna condenación, por cuanto el Señor ya pagó un precio muy alto para justificarlo cuando era pecador.
La preciosa sangre de Cristo derramada en el madero, no solo libera o justifica toda culpabilidad de pecado al converso, sino que también lo libera de toda la ira de Dios. El creyente tiene la total certeza de que el Señor lo salvará del día malo venidero sobre el mundo pecador. Dia trágico en el cual el Justo Juez del gran trono blanco descargará toda Su ira sobre todos los que no aceptaron el enorme sacrificio realizado por Su amado Hijo. Si hemos aceptado de todo corazón a Cristo, no tenemos que tener miedo del día glorioso de nuestro amado Dios, porque tenemos la seguridad de que nuestro amado Redentor nos salvará de aquel día. Mientras ese día llegue, por nada del mundo debemos descuidar la salvación que nos dio nuestro Señor. Cada día debemos tratar de vivir como corresponde a unos verdaderos hijos de Dios, guardando y obedeciendo a cada una de sus instrucciones que se encuentran en su bendita Palabra.
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