NUESTRA LENGUA NO HABLARÁ MENTIRAS.

En un mundo lleno de mentiras, las personas constantemente están mintiendo y en ocasiones mienten sin necesidad. Mienten para cubrir algún error o alguna falta que hayan cometido. Algunas veces los errores de las personas son tan graves que constantemente deben seguir mintiendo para que la verdad no salga a la luz. En ocasiones esas mentiras lo deben llevar hasta la tumba para no ser juzgados, ni condenados por los hombres.

En esta trama de mentiras, en muchas ocasiones también caemos los cristianos, porque no nos gusta admitir nuestras faltas y errores delante de las personas. En el Antiguo Testamente existió un hombre que no estaba dispuesto a hablar mentiras, sino siempre hablar con la verdad: “Mientras viva, mientras Dios me dé aliento, mis labios no pronunciarán maldad y mi lengua no hablará mentiras.” Job 27:3-4 NTV.

Nuestra promesa ante Dios debe ser igual a la promesa que hizo Job. Mientras el Señor nos dé aliento de vida, nuestros labios no deben pronunciar palabras soeces o maldicientes, ni palabras hirientes contra nuestro prójimo. Nuestros labios deben pronunciar palabras que edifiquen a las personas y hablen del amor y la misericordia de Dios. Nuestros labios deben pronunciar palabras de bendiciones, y más aún si las personas son nuestros detractores, Tal como dice el salmista, nuestras palabras deben ser más dulces que la miel. Al igual nuestra lengua no debe hablar mentiras, debe hablar siempre la verdad, a pesar de los errores que podamos cometer. Nunca debemos tapar nuestros errores con una mentira, pues si lo hacemos estaremos condenados a persistir en ella hasta la muerte.

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