APROVECHEMOS NUESTRA JUVENTUD.

Cuando somos jóvenes, pensamos que no necesitamos de nadie para cumplir nuestros sueños y objetivos, confiamos en la inteligencia de nuestra mente y en la fortaleza de nuestro organismo. Cuando somos jóvenes sentimos que podemos conquistar el mundo con nuestras fuerzas. Con estos pensamientos nos enfocamos en obtener el éxito personal, nos enfocamos en graduarnos y obtener un título profesional de tercer y cuarto nivel.

Nos enfocamos en obtener un trabajo estable con buenos réditos económicos que nos garantice una vida confortable. Querer obtener estos logros, en si no es malo, se vuelve malo cuando nos enfocamos tanto en esos logros que no tenemos un espacio en nuestra juventud para servir y glorificar a Dios. El sabio escritor de Eclesiastés nos aconseja: “No dejes que la emoción de la juventud te lleve a olvidarte de tu Creador. Hónralo mientras seas joven, antes de que te pongas viejo y digas: La vida ya no es agradable”. Eclesiastés 12:1 NTV.

No debemos dejar que los logros profesionales copen toda nuestra juventud, debemos tener un correcto equilibrio entre cumplir nuestros sueños personales y nuestra relación con Dios. Una vida de juventud sin Dios producirá una persona vieja, amargada, solitaria y sin esperanza de vida. En cambio, una vida de juventud centrada en Dios, hará que los años de nuestra vejez sean alegres y de regocijo, debido a la esperanza de la vida eterna que tendremos.

Pongamos todas nuestras capacidades y talentos al servicio de Dios mientras tengamos la fortaleza de nuestro organismo. Aprovechemos al máximo nuestra juventud honrando y glorificando a Dios, antes de que nuestros cuerpos envejezcan.

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