Verdad: Los que han tenido una profunda experiencia de Dios, tienen la obligación de comunicarla a otros hermanos, quienes conociendo su testimonio, se abren a la acción del Espíritu que lleva al encuentro con el Señor. Una vez ya maduros en la fe son enviados a multiplicar esa experiencia a otras comunidades. Son misioneros, compañeros de camino hacia el Reino de los que están siendo evangelizados. De esta manera se reinicia el ciclo de la evangelización, expandiendo la vida de fe de persona a persona y de comunidad en comunidad. El contagio de la experiencia religiosa se difunde misteriosamente, según el querer de Dios. “Cerca está el Señor de quienes lo invocan”. Y esto es lo que nos narra el evangelio de hoy con el episodio del envío misionero de los 72 discípulos, quienes, poniendo toda su confianza en Dios, incluso su propia subsistencia, más allá de la dificultades, tienen el deber de anunciar el mensaje de paz y salvación a todos los hombres por igual. El Reino ha llegado, y es necesario que todos lo conozcan. No es compromiso de algunos, sino de todos los que nos llamamos cristianos, hemos sido bautizados y hacemos parte de la Iglesia. La misión es una experiencia que proviene de la voluntad de Dios, pues Él va abriendo nuevos caminos para la cultura que está naciendo. Nosotros, enamorados de Dios, nos colocamos en obediencia a su voluntad y escuchamos su voz, que nos pone en camino hacia el encuentro de los hermanos.

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