Verdad: La frase del apóstol: “Ustedes, los que pretenden alcanzar la justificación por medio de la ley… han rechazado la gracia. Nosotros, en cambio, movidos por el Espíritu Santo, esperamos la justificación por la fe”, sirve de marco para reflexionar sobre el reproche que Jesús hace al fariseo que lo invita a su casa y lo critica por “no cumplir con los rituales de pureza” antes de sentarse a la mesa. La pureza, para Jesús, no está en el simple cumplimiento de “prácticas externas”, acciones tradicionales carentes de profundidad, sino en la “pureza interior” que se manifiesta en acciones de justicia, caridad y misericordia. Eso explica por qué Jesús se sienta a la mesa con pecadores y publicanos. Porque Él pasa siempre de la ley a la práctica, de la oración a la acción. En su corazón no hay espacio para el rechazo, sino para la acogida. Todos son hijos de Dios y tienen el mismo derecho a gozar de la salvación. Y a la salvación llegamos no por los actos externos (apariencias) sino por la conversión del corazón. Pues, con frecuencia damos mayor importancia a la limpieza exterior, pensando que el cumplimiento de simples actos rituales es suficiente para agradar a Dios, cuando lo más importante en la vida es la limpieza de corazón que se manifiesta en lo que hacemos, vemos, decimos, pensamos y practicamos. Que nuestra vida sea coherente con el querer de Dios.

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