Verdad: Pablo interpreta las Escrituras para explicar nuestra procedencia espiritual, que puede ser de la esclavitud o de la libertad (promesa). Se nos pide decidir entre la esclavitud de la ley y la libertad de la gracia, y todos nos ubicamos en la segunda opción. Pero muchas veces nuestro comportamiento dice más de cumplimiento de normas, de miedo al castigo, del cuidarse del qué dirán, de adoptar tradiciones, que de la vivencia libre de la fe. Es más fácil ser un ateo que vive como bautizado, que un bautizado que vibra profundamente en el amor de Cristo que nos hace libres para obrar siempre buscando el bien de los hermanos. En las páginas de la Sagrada Escritura Dios se nos muestra amorosamente. La Biblia no es simplemente un libro, es la voz del Señor. En ella encontramos la sabiduría que nos ayuda a llevar la vida en armonía con el Creador. El mayor milagro ocurre cuando el mensaje de salvación transforma el rumbo de la vida de los seres humano. Sin embargo, como la comunidad de Jesús, esperamos ver milagros, signos maravillosos, prodigios asombrosos para creer, sin comprender que la “gran señal” es el Hijo de Dios que habita en medio de nosotros. Jesús se presenta con una sabiduría mayor que la de Salomón y con una predicación más convincente que la de Jonás, por eso es motivo de juicio para todo aquel que es indiferente ante su presencia.

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