Verdad: La salvación es un don gratuito que Dios ofrece a toda la humanidad. Una expresión de amor que debe ser acogida desde el silencio, desde la pequeñez de la criatura frente a la inmensa grandeza del Creador. Pero al ser gratuita, existe necesariamente la posibilidad de ser “rechazada” o “acogida”. El rechazo consiste en no ser capaces de reconocer la acción de Dios (sus prodigios), no ver la salvación que se está obrando en la vida y no asumir posiciones que evidencien que Él está actuando en medio de la comunidad. La acogida (escucha), en cambio, debe llevarnos a reconocer la gracia y la misericordia de Dios y dar gracias al Padre por tan inmensa bondad. El rechazo estará siempre presente como posibilidad en las personas que escuchen el anuncio del Evangelio, pero eso no debe ser causa de desánimo para el evangelizador, que ha sido llamado para esa labor. Su trabajo consiste en anunciar la Palabra. Si la acogen o no es responsabilidad de cada oyente. Pues el rechazo no es al predicador, sino al mismo Jesús y al Padre que lo ha enviado, es decir, va contra el origen mismo de la misión, con implicaciones graves que tienen que ver con la salvación y la vida nueva que Cristo ofrece, así como la separación del camino de la fe y de la comunidad. Acoger a Jesús y a los que Él envía consiste en escuchar la Palabra de Dios, hacerla vida y transmitirla a todos por igual, en total inclusión.

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