La visión de Ezequiel es abrumadora: un resplandor como arco iris, tronos, criaturas celestiales… y en medio de todo, la gloria de Dios. Ante esto, Ezequiel cae rostro en tierra. Pero entonces oye la voz: “Hijo de hombre, ponte en pie…” (Ezequiel 2:1).



Este episodio nos muestra que la gloria de Dios no solo asombra, también llama. No es para quedarse postrado, sino para ponerse de pie con propósito. Dios se revela no solo para que lo admiremos, sino para que le obedezcamos.



“La manifestación de la gloria de Dios” es una invitación a vivir con reverencia y misión. La visión nos humilla, pero la voz nos levanta.



Preguntas para reflexión:




¿Te has detenido a contemplar la grandeza de la gloria de Dios?



¿Qué efecto tiene Su gloria en tu manera de vivir y obedecer?



¿Estás escuchando Su voz que te llama a ponerte en pie?

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