Escuchar "Poema para el hombre del fin du monde (Jack Gilbert, en la voz de Juliana Muñoz Toro)"
Síntesis del Episodio
I
Al principio
había seis dragones marrones
que se llamaban
Sal, Sal, Sal, Sal,
Bafflebar
y Kenneth Rexroth.
II
Lo eran todo y eran idénticos y sin forma.
Como lo eran todo, vivían, por necesidad,
uno adentro del otro.
Como no tenían forma eran, por necesidad,
aburridos.
III
Entonces el cuarto dragón,
que se llamaba Sal,
se murió,
o se aburrió
y paró.
Entonces llegó al mundo la angustia.
IV
Lo cual le molestó tanto al primer dragón
que enrolló el cuerpo para hacer lugar
y lo llenó de olmos
y de paradiclorobenceno
y de lunas
y de peces llamados humuhumunukunukuapua’a.
V
Pero nada conservaba la frescura.
Los olmos aburrían al invierno.
Las lunas se hundían sin parar.
Los humuhumunukunukuapua’a flotaban panza arriba en la pecera.
Y el olor del paradiclorobenceno no se iba nunca.
VI
Así que el segundo dragón y el sexto
decidieron ayudar
y mostrar cómo había que hacer las cosas.
Pero por algún motivo todas salían varones y mujeres.
Y el mundo estaba en graves problemas.
VII
Alarmados, los dragones pararon.
Pero era demasiado tarde.
En todo el mundo, los hombres hablaban sobre los olmos.
O hacían cálculos sobre la luna.
O escribían canciones sobre los humuhumunukunukuapua’a.
Y las mujeres estaban ahí sentadas, repitiendo sin parar lo absolutamente insoportable que les resultaba el olor del paradiclorobenceno.
Si sos un dragón que no tiene nada que hacer, CUIDADO.
Al principio
había seis dragones marrones
que se llamaban
Sal, Sal, Sal, Sal,
Bafflebar
y Kenneth Rexroth.
II
Lo eran todo y eran idénticos y sin forma.
Como lo eran todo, vivían, por necesidad,
uno adentro del otro.
Como no tenían forma eran, por necesidad,
aburridos.
III
Entonces el cuarto dragón,
que se llamaba Sal,
se murió,
o se aburrió
y paró.
Entonces llegó al mundo la angustia.
IV
Lo cual le molestó tanto al primer dragón
que enrolló el cuerpo para hacer lugar
y lo llenó de olmos
y de paradiclorobenceno
y de lunas
y de peces llamados humuhumunukunukuapua’a.
V
Pero nada conservaba la frescura.
Los olmos aburrían al invierno.
Las lunas se hundían sin parar.
Los humuhumunukunukuapua’a flotaban panza arriba en la pecera.
Y el olor del paradiclorobenceno no se iba nunca.
VI
Así que el segundo dragón y el sexto
decidieron ayudar
y mostrar cómo había que hacer las cosas.
Pero por algún motivo todas salían varones y mujeres.
Y el mundo estaba en graves problemas.
VII
Alarmados, los dragones pararon.
Pero era demasiado tarde.
En todo el mundo, los hombres hablaban sobre los olmos.
O hacían cálculos sobre la luna.
O escribían canciones sobre los humuhumunukunukuapua’a.
Y las mujeres estaban ahí sentadas, repitiendo sin parar lo absolutamente insoportable que les resultaba el olor del paradiclorobenceno.
Si sos un dragón que no tiene nada que hacer, CUIDADO.
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