Escuchar "Después de nosotros (Joseph Brodsky, en las voces de Natalia Litvinova y Adalber Salas Hernández)"
Síntesis del Episodio
Seguro que después de nosotros no va a venir el diluvio,
tampoco la sequía. Probablemente, el clima
del Reino de los Justos, con sus cuatro estaciones,
va a ser templado, para que un colérico, un melancólico,
un sanguíneo y un flemático puedan turnarse en el gobierno
tres meses cada uno. Desde el punto de vista de la enciclopedia,
es más que suficiente. Aunque sin duda los caprichos
de la presión atmosférica o la temperatura
podrían confundir al reformista. Aún así, el dios del comercio sólo
está contento cuando aumenta la demanda de los trajes de lana,
los paraguas ingleses, los sobretodos finos. Sus enemigos más temidos
son las medias zurcidas y los pantalones remendados.
Podría parecer que la lluvia que cae del otro lado de la ventana
aboga exactamente por esta forma a todas luces frugal
de concebir el paisaje: y, en general, toda la creación.
Y sin embargo la Constitución no habla de la lluvia.
No se menciona ni una sola vez en la Constitución
a los barómetros, o para el caso, a nadie
que, tumbado en un banquito, un ovillo en la mano,
como un Alcibíades musculoso, pase la noche
hojeando las páginas marcadas de una revista de moda
en la sala de espera de la Edad de Oro.
tampoco la sequía. Probablemente, el clima
del Reino de los Justos, con sus cuatro estaciones,
va a ser templado, para que un colérico, un melancólico,
un sanguíneo y un flemático puedan turnarse en el gobierno
tres meses cada uno. Desde el punto de vista de la enciclopedia,
es más que suficiente. Aunque sin duda los caprichos
de la presión atmosférica o la temperatura
podrían confundir al reformista. Aún así, el dios del comercio sólo
está contento cuando aumenta la demanda de los trajes de lana,
los paraguas ingleses, los sobretodos finos. Sus enemigos más temidos
son las medias zurcidas y los pantalones remendados.
Podría parecer que la lluvia que cae del otro lado de la ventana
aboga exactamente por esta forma a todas luces frugal
de concebir el paisaje: y, en general, toda la creación.
Y sin embargo la Constitución no habla de la lluvia.
No se menciona ni una sola vez en la Constitución
a los barómetros, o para el caso, a nadie
que, tumbado en un banquito, un ovillo en la mano,
como un Alcibíades musculoso, pase la noche
hojeando las páginas marcadas de una revista de moda
en la sala de espera de la Edad de Oro.
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