El puñal y la guedeja

10/06/2010 18 min
El puñal y la guedeja

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Síntesis del Episodio

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Vuela, el halcón, vuela surcando los cielos. No hay frontera ni cerca que le someta, ni mal viento que le detenga.
Fiel vasallo de su señor, otea la superficie que se extiende ante sí en busca de una pieza con la que rendir pleitesía a su amo.
Se aleja, y se aleja, y se aleja, hasta que la vista le pierde.

CRIADO:
- A ver no le alcanzo, mi señor,
mucho me temo lo peor.

CONDE:
- Sosegaos, no se dirá del conde de Santorcaral, buen Martín,
que perdió presa y ave antes del mesmo día tocase a su fin.

CRIADO:
- Mirad, mi señor, tarde es ya, que el sol cabalga hacia poniente
y por esta región, demonios y brujas hay que nublan la frente.

CONDE:
- Martín, no cubras cobardía o pereza con una conseja,
iré presto y antes tornaré, buen viejo eres, mas no vieja.

CRIADO:
- Ni cosa ni la otra, señor conde, atended a quien bien os quiere,
de sobra sabéis que no soy cobarde,
al infierno os seguiría con lo que arde,
teneos, aguardad, espuelas no piquéis, de noche aquí se muere.

CONDE:
- Pues recordad con viveza del conde de Santorcaral la postrer risa,
miedo o temor no tiene el vencedor del infiel,
mejor apuraría las heces de una copa de hiel,
mientras hacia la muerte corre,
vos rogaréis por su alma en misa.

Galopa el corcel, manto del caballero al viento. Allí cree divisarlo, por ahí piensa escucharlo. Aguijonea sus labios con maldiciones e imprecaciones. El horizonte sepulta al rey de los astros y las sombras se yerguen alargadas del suelo para enseñorearse de la Tierra y de las horas... “pero …¿Qué es eso?”, se dice, a un claro llegando del monte.
Blanco lobo como la espuma, blancos dientes enseñando como nevadas cumbres,
acercándose está, a una rubia dama como la clara luna,
blanca piel…, como flor de cerezo.
Desmonta el caballero y su espada desenvaina.
Marcha el lobo gruñendo, marcha levantando la hojarasca...

DAMA RUBIA:
- Gracias por vuestro valor, la vida daba por perdida,
la bestia a matarme venía, sí,
ya estaba rendida.

CONDE:
Azul mirada, como de primavera
amanecer que pasa de puntillas sobre las abiertas y sorprendidas rosas.
Azules ojos como claro venero
que asir, no pueden las manos… aunque, se lo propongan.

- Mi espada,
mi vida,
mi honor y aun el alma habría yo de rendir
antes que una dama como vos
algún perjuicio
hubiera de sufrir.

Tiempo llegó
y se fue como vino.
¿Cuánto?,
no se sabe.

Las tinieblas el firmamento ocupando fueron,
con su oscuro gallardete,
noche de plenilunio sereno,
de frases quedas,
y arrullo de enamorados como de brisa,
susurro en la orilla de la mar.
En esto llegó del día el heraldo con su alborada despuntando.

CONDE:
- He de marchar,
volveré a vuestro encuentro;
las horas contaré,
me lamentaré sin cuento.

DAMA RUBIA:
- No os vayáis, ¿y si no regresáis?,
nadie os buscará,
conmigo quedaos,
si no
el corazón se me quebrará.

Buenas palabras fueron las que convencerla pudieron.
Buenas palabras con amor pronunciadas,
las que acariciaban su deseo.
Requiebros como afilados dardos
alcanzaban,
del conde el pecho.

Despidiéndose estaban cuando...

DAMA RUBIA:
- Esforzado caballero, antes de ir
vuestro puñal quiero,
un presente os daré,
ofrenda de amor,
con esmero.

CONDE:
- Aquí tenéis,
que si quitarme queréis la vida,
no habría yo
de negarme
para dejaros abatida.

En el claro fondo de sus ojos brilla una chispa,
en el claro fondo de su mirada,
promesa de placeres.
Un fogonazo malévolo brotó...
y como brotó, partió.
Un mechón de su rubia cabellera cogió
y de un tajo, lo cortó,
para entregárselo a su amante.

DAMA RUBIA:
- Tomad esto mi señor
y oíd, que no digáis que fue un sueño,
el puñal guardaré para recordar
quién es mi dueño.

Llevó a sus labios la rubia guedeja el caballero
y un beso depositó
como centinela de su retorno.

Volvió grupas, rumbo a su castillo,
para dar la buena nueva de que la heredad de Santorcaral
tendría señora, al cabo.

Ya ve los guiones de su estirpe,
las almenas,
el adarve;
de las ventanas los postigos distingue...

y a su fiel Martín
que a su encuentro sale...

CRIADO:
- Mi buen señor, ya os dábamos por difunto.

CONDE:
- Si los moros no pudieron,
¡bonito asunto!

CRIADO:
- Señor conde,
dos semanas ha
que faltáis...

CONDE:
- Ca, no puede ser,
una noche,
¡me engañáis...!

CRIADO:
- Batidas vuestras tierras,
hasta el último rincón.

CONDE:
- Seguro que os burláis, Martin…
Sois, un buen fisgón.

CRIADO:
- Si de mí no os fiáis,
buena fé os habrán de dar.

CONDE:
- ¡Qué desatino!
Ninguna duda me ha de quedar.

Buenas razones son las que los hechos confirman.
Dos semanas había faltado el conde
y nadie sabía explicárselo,
más que,
como un encantamiento.

A solas pidió que le dejaran
y de su guantelete
sacó el resplandeciente mechón,
“que no digáis que fue un sueño”,
recordó,
mientras aun veía su azul mirada
y recordando…el llanto le invadió,
pues bien comprendió que de un hechizo
había sido víctima.

Pasaron los días y el dolor laceraba el corazón del conde.
Nada comía,
nada leía,
menos escribía.
Ni siquiera los juglares que en sus posesiones se detenían y que antes agasajaba para que le regalasen sus mejores cantos y músicas, le lograban arrebatar de su melancolía.

Visitáronle físicos y curanderos, sin dar con causa aparente, de su aflicción.
Ya llegó una tarde, poco antes del ocaso,
llamó a su buen servidor a las caballerizas
para confesarle algo...

CRIADO:
- Mi buen señor, alégrame verle animado,
aquí estoy.
Como siempre
a sus órdenes,
lo mejor de mi le doy.

CONDE:
- Leal Martín, lo sé, y has de saber que lo agradezco.
Marcho, no me detengas, por una mujer perezco.

CRIADO:
- Mujer no, señor conde,
demonio es
os perderá,
No la busquéis,
una escapasteis, dos os arrastrará.

CONDE:
- Tente, Martín, el corazón tiene razones
que no entiende la razón.
Con ella iré gustoso y el mío le ofreceré:
elija…
muerte o pasión.

No atendió las lágrimas de su mayoral,
un legajo le entregó,
testado había.

Se santiguó mientras elevaba un Padrenuestro
y el noble bruto iniciaba su veloz camino
hacia el lugar donde se despidió de la bella desconocida.

Tantas plegarias pronunció, que la cuenta perdió.
Llegó.
Allí estaba ella,
radiante,
como si el Sol que había muerto tras las montañas,
tras la línea del océano,
se hubiese encarnado en el cuerpo de una mujer.
Como si toda la luz de las estrellas se agolpase en sus pupilas para cegar a los mortales que osasen profanar,
esa centella azul.
Como si todos los rayos del mundo
se hubiesen concentrado en su mirada bailando al son del abrir y cerrar
de sus párpados.
Allí estaba ella frente a él.
Ya nada importaba...

CONDE:
- Os dije que retornaría...

DAMA RUBIA:
- Os dije que aguardaría...

CONDE:
- Os he extrañado... tanto

DAMA RUBIA:
- Os he deseado...

CONDE:
- Os amo con todo mi corazón...

DAMA RUBIA:
- Os amo sin ninguna remisión...

Y sellaron su amor
con un interminable beso,
fundidos en un abrazo para toda la Eternidad.

Dan cuenta los perdidos caminantes
de cierto milagro… que por encantamiento quedó.

Cuando luce la luna llena y los lobos, con sus sonoros aullidos, la saludan. Cuando los fatuos fuegos danzan sobre las tumbas…,
Las ánimas, en pena, recorren el ancho mundo suplicando redención
Los duendes sacuden las cunas de los recién nacidos
…y el teatro de los sueños, descorre su telón en la mente de cada persona… en ese sitio. En ese claro del bosque…
bajo las ráfagas de la pálida luz de la plateada lucerna celeste, ven a una pareja de amantes abrazados…
besándose… apasionadamente…,
susurrándose de amor promesas para siempre...

Un mechón en la mano de él,
en la de ella, un puñal que deja caer al suelo…
con abandono...