En el séptimo piso del bloque donde crecí los primeros veintiocho años de mi vida (el mío era el octavo), vivió un viejo cascarrabias, padre de familia numerosa, que gritaba y se quejaba, golpeaba su techo con el palo de la escoba, y a veces subía y aporreaba la puerta de mi casa, cuando mis hermanas y yo jugábamos a la pelota en el pasillo, corríamos clavando los talones, o incluso derramaba mi colección (ganada a pulso) de 988 boliches a rodar por el parquet. Se mudó, y llegó otro gritón, en este caso le gritaba a su mujer e hijos, yo ponía la música muy fuerte para no oírle. La música nos salva, nos convierte en seres humanos, el arte nos salva. Eleonora Barbanera y Álvaro Pérez de Vera, Constanza y Álvaro, nos salvan y nos devuelven al paraíso, con la sencillez y la complejidad de experimentar y volar con la música como excusa. Son las embajadoras perfectas para la despedida perfecta de una de las promociones más ruidosas y creativas que han pasado por la historia reciente del sandiego. Gracias por hacer que este erial tormentoso tenga sentido. Muchas gracias al promotor y productor de este episodio (también excelente músico), nuestro compañero del departamento de Lengua Castellana y Literatura, Marcos García Pérez y a Silvia González Castellano del departamento de Dibujo, por su excelente reportaje fotográfico y audiovisual, por su entusiasmo y sensibilidad, esperamos que permanezcan a nuestro lado, y a nuestro alumno colaborador y entrevistador Makar Zarubin por dedicar desinteresadamente su tiempo a un proyecto artístico. Nos vemos en la playa.

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