Escuchar "Tamám Shud: El Enigma de Somerton"
Síntesis del Episodio
Bienvenidos a Misterios Ocultos. Soy Alejandro Luna. Esta noche, la brisa viene con sal y preguntas. Viajamos a la madrugada del 1 de diciembre de 1948, a la playa de Somerton, en Adelaide, Australia. Un hombre yacía sentado contra el espigón, las piernas estiradas, los zapatos relucientes; parecía dormido. No llevaba documentos. En sus bolsillos, lo habitual: cigarrillos, boletos de tren, un peine. Y algo más: un pequeño papel enrollado, cosido en el forro del pantalón. Dos palabras en persa: Tamám Shud. “Terminado.”La investigación comenzó con una colección de detalles improbables. Todas las etiquetas de su ropa habían sido cortadas. No se encontraron signos de violencia. La autopsia habló de un corazón fatigado y un estómago irritado, como si un veneno silencioso hubiera recorrido su sangre… pero ningún tóxico conocido apareció en las pruebas de la época. Un misterio limpio, pulido como sus zapatos.Días después, una maleta apareció en la consigna de la estación de tren de Adelaide. Sin nombre. En su interior, prendas con etiquetas arrancadas, un hilo encerado inglés difícil de conseguir en Australia y herramientas de sastre. ¿Un viajero que no quería ser recordado? ¿Un hombre borrándose a sí mismo, puntada por puntada?La clave parecía estar en ese papel. Los investigadores reconstruyeron de dónde había sido arrancado: un ejemplar del Rubaiyat de Omar Jayyam, encontrado en el asiento trasero de un coche con la ventanilla entreabierta. En la contratapa, garabateadas en mayúsculas, cinco líneas de letras sin sentido aparente: un código. También un número de teléfono. Pertenecía a una enfermera que vivía a pocos minutos de la playa. Cuando la policía le mostró el busto forense del desconocido, ella dio un paso atrás; sus manos temblaron. Dijo no conocerlo. Aquel sobresalto alimentó décadas de teorías.Los años se hicieron capas: un posible veneno vegetal indetectable, una pista militar, un espía sin país, un amante arrepentido, un padre secreto. El código se sometió a matemáticos, criptógrafos y soñadores; nunca se descifró de forma convincente. El hombre de Somerton se volvió un artefacto en sí mismo: sin nombre, sin voz, pero con una historia que no dejaba de arder.En 2022, la ciencia agitó el polvo. Tras una exhumación y un análisis de genealogía genética, un equipo anunció una identidad probable: Carl “Charles” Webb, un técnico eléctrico de Melbourne, desaparecido de los registros en los años cuarenta. Un nombre, por fin. Pero el enigma siguió intacto donde duele: ¿por qué estaba en Adelaide? ¿Murió por su propia mano, por la de otro, o por una receta de laboratorio destinada a borrar huellas? ¿Qué mensaje guardaban esas letras? ¿Y por qué esas dos palabras, cosidas en secreto, parecían despedirse del mundo?Esta noche, si caminas por la playa de Somerton cuando el viento baja del océano, quizá escuches el rumor de páginas gastadas. Un hombre bien vestido, una frase final, un código sin llave. Tal vez la verdad sea simple como la arena que se escurre entre los dedos. O tal vez, como el Rubaiyat, haya sido escrita para esconderse en poesía.Gracias por acompañarnos en Misterios Ocultos. No olvides mirar dos veces los bolsillos de lo cotidiano: a veces, lo que parece un trozo de papel es una puerta. Hasta la próxima, cuando otro secreto nos llame por su nombre… o por su silencio.
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