Tras la debacle mental de su compositor y creador, Syd Barret, Pink Floyd entraron en un bache creativo que les llevó a moverse entre diferentes sesgos musicales para encontrar un acomodo personal y creativo donde pudieran desarrollarse mejor.
El periodo transitorio que les lleva de 1968 a 1972 está cargado por el pánico al fracaso, la sombra indeleble del malogrado Barret, una experimentación arriesgada y la búsqueda de un discurso nuevo que sus limitadas facultades les pudiera proporcionar. Pese a que es imposible decir que no lo consiguieron, este trance no fue en absoluto sencillo para ninguno de ellos, que veían como la que ahora es una de las más grandes bandas del mundo, pendía de un hilo a cada nuevo disco que editaron hasta la llegada de The Dark Side of The Moon en 1973. El disco que les haría eternos.

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