Arraigar y desarraigar: no dejamos de hacer otra cosa. Podríamos decir, incluso, que la vida es eso que transcurre mientras resolvemos la tensión entre la conveniencia de arraigar y el beneficio de desarraigar.
Nuevamente, el juego pendular de arraigar y desarraigar se filtra y se convierte en dilema existencial, individual, familiar, colectivo. ¿Se puede apostar al mediano plazo en un país que hecho del cortoplacismo una de sus marcas distintivas? ¿Qué pasa si lo que parece tener un presente prometedor mañana mismo es borrado de un plumazo, con un simple recorte presupuestario?
Al contarnos sobre su propia vida, Pablo Guerenstein nos ha permitido subirnos al lomo de la experiencia de armar la vida lejos de casa.

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