La imagen de un cántaro agrietado que riega flores a través de sus imperfecciones nos revela una verdad poderosa: Dios usa nuestras debilidades como canales de bendición. El río de Dios, simbolizando la presencia y poder del Espíritu Santo, fluye desde el lugar santísimo del templo celestial y continúa transformando corazones secos, matrimonios rotos y ministerios cansados en la actualidad.Este río espiritual opera en cuatro niveles progresivos de profundidad. Comienza con el agua hasta los tobillos, donde experimentamos el primer contacto transformador con Dios. Continúa hasta las rodillas, donde desarrollamos una relación más profunda a través de la oración y el ayuno. El tercer nivel llega hasta los lomos, donde surge el peso ministerial y la pregunta sobre nuestro propósito. Finalmente, alcanzamos las aguas profundas donde debemos nadar, representando nuestra total dependencia de Dios y el reconocimiento de Su grandeza infinita.Quienes viven junto a este río se convierten como árboles que mantienen sus hojas verdes constantemente, producen frutos jugosos y no dependen de las temporadas para su sustento. Sus raíces se nutren del agua que fluye eternamente, por lo que su vida no se marchita. Para aquellos que se sienten secos espiritualmente, existe esperanza: el río de Dios no ha dejado de fluir y espera que nos sumerjamos nuevamente en Sus aguas restauradoras, permitiendo que Su presencia transforme nuestras vidas y fluya hacia otros que necesitan experimentar Su amor.

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