Estamos todo el tiempo tomando decisiones, muchas veces de modo inconsciente.
El problema es que a veces pensamos que sólo decidimos en momentos grandes de la vida o en situaciones complejas, pero en realidad estamos tomando decisiones desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir y aunque no parezca, influyen en nuestro futuro y en el largo plazo.
Una buena decisión es iniciar el día con  tres objetivos claros que cumplir, podría ser uno personal, uno profesional y uno social. Deberían estar definidos desde el día anterior o el inicio de la semana.
Para eso necesitás saber cuáles son tus objetivos principales y tus objetivos secundarios, y todas las decisiones tienen que estar relacionadas con estas prioridades.

Habitualmente cuando decidimos, nuestro cerebro se enfoca en lo que vamos a perder en vez de lo que vamos a ganar. Y entonces no disfrutamos de lo que estamos haciendo Y encima estamos pensando en lo que perdimos.

Necesitamos tener en cuenta, es que no es lo mismo hacer un buen proceso de decisión que acertar con el resultado.
Aún cuando seamos personas muy lógicas y sigamos un proceso ordenado y calculado para ir eligiendo opciones donde evaluemos ventajas y desventajas, lo cual es correcto y acertado, el empujón final para elegir o decidir sale de nuestras emociones.

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