El plan del ego para la salvación es completamente opuesto al plan de Dios, pues Dios quiere que nos despertemos de este mundo de ilusiones y el ego quiere que permanezcamos aquí, creyendo que este sucedáneo burdo del Reino de los Cielos, puede hacernos feliz. De lo que no nos damos cuenta, cuando creemos que este mundo nos brindará felicidad, es que la felicidad para el ego es creer que puedo ser mi propio creador, lo cual es literalmente imposible. El ego me dice que soy un cuerpo y que la manera de ser feliz es darle placer al cuerpo, pero al creer esto me vuelvo un esclavo de mi cuerpo, pues como este es realmente inexistente sus deseos nunca pueden quedar satisfechos, pues es como un saco sin fondo que siempre pide más, pues en el fondo el cuerpo no es más que la representación física del principio de escasez que surgió en el momento en que creí que me separaba de mi Fuente, la dadora de toda vida y toda provisión. Al sentirme carente, creo tener la posibilidad de llenar mi sensación de vacío de Amor, con sustitutos del mundo. Pero esto no puede tener éxito, pues el cuerpo es finito por definición y sus deseos infinitos. Ver que no somos un cuerpo y dejar de recordar las aparentes traiciones que este mundo hostil parece haberme proferido, es el inicio de la percepción verdadera, es el inicio de la salvación de un mundo inexistente que no es la Voluntad de Dios.

Qué es la salvación, Padre? Pregunta y se te contestará, pues si esta es nuestra voluntad, y al ser la misma que la Suya, se nos dará!

El nos contesta, decidamos escuchar!

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