Escuchar "Lección 70. Mi salvación procede de mí"
Síntesis del Episodio
“Mi salvación procede de mí”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Darte cuenta de que la salvación no está fuera de ti, que tanto la enfermedad como el remedio están dentro, y que estás unido a Dios en querer el remedio para ti mismo.
Ejercicios más largos: 2 veces, duración de diez a quince minutos.
Repite: Mi salvación procede de mí. No puede proceder de ninguna otra parte”.
Cierra los ojos y durante varios minutos repasa lugares externos en los que has buscado la salvación: personas, posesiones, situaciones, acontecimientos, imágenes de ti mismo.
Di: “Mi salvación no puede proceder de ninguna de esas cosas (intenta de verdad sentir esto). Mi salvación procede de mí, y sólo de mí”.
Luego entra de nuevo en meditación, intentando una vez más atravesar las nubes y llegar a la luz en ti. Utiliza la misma técnica de ayer (puedes repasar esas instrucciones si lo deseas). Hoy la diferencia está en que las nubes, en lugar de ser tus resentimientos,
son las cosas externas en las que has buscado la salvación. Ya que tu mente se ha quedado aferrada a estas nubes (patrones de conducta), puede resultar poco fácil no quedarse enganchado en ellas. No importa qué método utilices para dejar atrás las nubes, lo que importa es tu deseo y decisión firme de dejarlas atrás. Un método que te
puede ser muy útil es imaginar que Jesús te lleva de la mano al atravesar las nubes hacia la luz. Él dice que si lo haces así, no será una imaginación.
Observaciones: Ahora que vamos a subir a dos periodos de práctica más largos, tienes que hacer lo mismo que antes: decidir de antemano cuando harás esas sesiones más largas y luego esforzarte para mantener esa decisión. Para acordarte de por qué es importante, lee las “observaciones” del comentario de la Lección 65.
Recordatorios frecuentes: A menudo.
Di: “Mi salvación procede de mí. No hay nada externo a mí que me pueda detener. En mí se encuentra la salvación del mundo y la mía propia”. Mientras dices esto, recuerda que
únicamente tus propios pensamientos pueden impedir tu progreso. Esto te pone a ti a cargo de la salvación.
Comentario
El mensaje de esta lección es una de las enseñanzas centrales del Curso. La culpa y la salvación están en mi propia mente, y no en otro sitio. “La culpabilidad es sólo una invención de la mente” (1:5)
Es muy tentador poner la culpa de mis problemas en algún lugar fuera de mí. Instintivamente evito aceptar la responsabilidad de cualquier problema que tenga, y la idea de que todos ellos
están en mi mente y en ningún otro sitio es aplastante. Sin embargo, considera las consecuencias de la otra alternativa: que la fuente de mis problemas y de mi culpa están fuera de mí. Si ése es el caso, soy una víctima indefensa de estas fuerzas externas. No puedo hacer nada al respecto, excepto despotricar y criticar, lanzando insultos y culpa, y pedir misericordia de unos poderes a los que no les importo.
Sin embargo, si mis problemas se encuentran únicamente en mi propia mente, entonces puedo hacer algo al respecto. De hecho, sólo yo puedo hacer algo, y nada externo a mí me puede impedir que lo haga. “No hay nada externo a mí que me pueda detener” (10:7). Yo tengo todo el control, mi salvación procede de mí, y sólo de mí. No dependo de nada de fuera de mí mismo, y por lo tanto ya soy libre.
El “costo” de reconocer que la salvación procede de mí y de ningún otro sitio es que tengo que abandonar cualquier idea de que la “caballería” va a aparecer a rescatarme. “Nada externo a ti puede salvarte ni nada externo a ti puede brindarte paz” (2:1). Nada ni nadie puede hacerlo por
mí. Depende de mí. Mi pareja no lo va a hacer por mí. Mi posición y mis riquezas no lo van a hacer por mí. Mi psiquiatra no lo va a hacer por mí, tampoco mi maestro o gurú. Ni siquiera Jesús lo hará por mí. El Curso no lo hará por mí. Cualquiera de estos o todos ellos pueden apoyarme, ayudarme, animarme; sin embargo, al final, mi salvación vendrá de mí mismo, de las elecciones de mi propia mente. “La idea de hoy te pone a cargo del universo, donde te corresponde estar por razón de lo que eres” (2:3). Impresionante y un poco alarmante. Yo no quiero creer que tengo tal poder, pero el no creerlo es lo que me metió en este lío. Ahí está mi enfermedad.
¡Buenas noticias! Dios quiere que sanemos y seamos felices, y nosotros también. Por lo tanto, nuestra voluntad es una con la de Dios. Hemos estado eligiendo la enfermedad pero realmente no la queremos, porque nos hace desgraciados. Así que podemos estar de acuerdo con Dios y elegir de nuevo, elegir estar bien en lugar de enfermos.
En el ejercicio de hoy nos imaginamos a nosotros mismos apartando de nuevo las nubes para llegar a la luz. Ayer las nubes representaban nuestros resentimientos; hoy, representan las cosas en las que hemos buscado la salvación. “No puedes encontrarla (la salvación) en las nubes que rodean la luz, y es ahí donde la has estado buscando” (8:2). Por extraño que parezca, los resentimientos y los objetos en los que hemos buscado la salvación no son tan diferentes; un
resentimiento contra un hermano es también una afirmación de que algo de ese hermano nos hace desgraciados, lo que le convierte también en una posible fuente de salvación: yo sería feliz si él cambiara. Ver la salvación fuera de mí mismo o tener un resentimiento son medios por los
que cedo mi poder y niego mi única responsabilidad por el universo de mi mente.
En el ejercicio de apartar las nubes, Jesús nos dice: “Si te resulta útil, piensa que te estoy llevando de la mano, y que te estoy guiando. Y te aseguro que esto no será una vana fantasía” (9:3-4). Para algunos de nosotros, nos será útil imaginarnos agarrándonos a la mano de Jesús y
siendo conducidos a través de las nubes. Para otros, la imagen puede resultar más desconcertante que útil; quizá es necesario sanar nuestra relación con él antes de que esa imagen nos resulte atrayente; por lo pronto yo encuentro inmensamente útil imaginar a alguien que ya ha estado ahí y que ha vuelto, y que quiere guiarme en el proceso. Él no puede hacerlo por mí, pero con total seguridad puede ayudarme.
A veces pienso en Jesús como la parte de mi mente que ya ha despertado. Y él es parte de mí, tal como tú lo eres, y como todos lo son. Él no es un ser divino impresionante a quien no puedo
siquiera parecerme. Él es yo, recordando. Él es yo, despierto. Tomar su mano es identificarme con el Cristo en mí.
¡Ve derecho a la luz hoy!
????Allen Watson.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Darte cuenta de que la salvación no está fuera de ti, que tanto la enfermedad como el remedio están dentro, y que estás unido a Dios en querer el remedio para ti mismo.
Ejercicios más largos: 2 veces, duración de diez a quince minutos.
Repite: Mi salvación procede de mí. No puede proceder de ninguna otra parte”.
Cierra los ojos y durante varios minutos repasa lugares externos en los que has buscado la salvación: personas, posesiones, situaciones, acontecimientos, imágenes de ti mismo.
Di: “Mi salvación no puede proceder de ninguna de esas cosas (intenta de verdad sentir esto). Mi salvación procede de mí, y sólo de mí”.
Luego entra de nuevo en meditación, intentando una vez más atravesar las nubes y llegar a la luz en ti. Utiliza la misma técnica de ayer (puedes repasar esas instrucciones si lo deseas). Hoy la diferencia está en que las nubes, en lugar de ser tus resentimientos,
son las cosas externas en las que has buscado la salvación. Ya que tu mente se ha quedado aferrada a estas nubes (patrones de conducta), puede resultar poco fácil no quedarse enganchado en ellas. No importa qué método utilices para dejar atrás las nubes, lo que importa es tu deseo y decisión firme de dejarlas atrás. Un método que te
puede ser muy útil es imaginar que Jesús te lleva de la mano al atravesar las nubes hacia la luz. Él dice que si lo haces así, no será una imaginación.
Observaciones: Ahora que vamos a subir a dos periodos de práctica más largos, tienes que hacer lo mismo que antes: decidir de antemano cuando harás esas sesiones más largas y luego esforzarte para mantener esa decisión. Para acordarte de por qué es importante, lee las “observaciones” del comentario de la Lección 65.
Recordatorios frecuentes: A menudo.
Di: “Mi salvación procede de mí. No hay nada externo a mí que me pueda detener. En mí se encuentra la salvación del mundo y la mía propia”. Mientras dices esto, recuerda que
únicamente tus propios pensamientos pueden impedir tu progreso. Esto te pone a ti a cargo de la salvación.
Comentario
El mensaje de esta lección es una de las enseñanzas centrales del Curso. La culpa y la salvación están en mi propia mente, y no en otro sitio. “La culpabilidad es sólo una invención de la mente” (1:5)
Es muy tentador poner la culpa de mis problemas en algún lugar fuera de mí. Instintivamente evito aceptar la responsabilidad de cualquier problema que tenga, y la idea de que todos ellos
están en mi mente y en ningún otro sitio es aplastante. Sin embargo, considera las consecuencias de la otra alternativa: que la fuente de mis problemas y de mi culpa están fuera de mí. Si ése es el caso, soy una víctima indefensa de estas fuerzas externas. No puedo hacer nada al respecto, excepto despotricar y criticar, lanzando insultos y culpa, y pedir misericordia de unos poderes a los que no les importo.
Sin embargo, si mis problemas se encuentran únicamente en mi propia mente, entonces puedo hacer algo al respecto. De hecho, sólo yo puedo hacer algo, y nada externo a mí me puede impedir que lo haga. “No hay nada externo a mí que me pueda detener” (10:7). Yo tengo todo el control, mi salvación procede de mí, y sólo de mí. No dependo de nada de fuera de mí mismo, y por lo tanto ya soy libre.
El “costo” de reconocer que la salvación procede de mí y de ningún otro sitio es que tengo que abandonar cualquier idea de que la “caballería” va a aparecer a rescatarme. “Nada externo a ti puede salvarte ni nada externo a ti puede brindarte paz” (2:1). Nada ni nadie puede hacerlo por
mí. Depende de mí. Mi pareja no lo va a hacer por mí. Mi posición y mis riquezas no lo van a hacer por mí. Mi psiquiatra no lo va a hacer por mí, tampoco mi maestro o gurú. Ni siquiera Jesús lo hará por mí. El Curso no lo hará por mí. Cualquiera de estos o todos ellos pueden apoyarme, ayudarme, animarme; sin embargo, al final, mi salvación vendrá de mí mismo, de las elecciones de mi propia mente. “La idea de hoy te pone a cargo del universo, donde te corresponde estar por razón de lo que eres” (2:3). Impresionante y un poco alarmante. Yo no quiero creer que tengo tal poder, pero el no creerlo es lo que me metió en este lío. Ahí está mi enfermedad.
¡Buenas noticias! Dios quiere que sanemos y seamos felices, y nosotros también. Por lo tanto, nuestra voluntad es una con la de Dios. Hemos estado eligiendo la enfermedad pero realmente no la queremos, porque nos hace desgraciados. Así que podemos estar de acuerdo con Dios y elegir de nuevo, elegir estar bien en lugar de enfermos.
En el ejercicio de hoy nos imaginamos a nosotros mismos apartando de nuevo las nubes para llegar a la luz. Ayer las nubes representaban nuestros resentimientos; hoy, representan las cosas en las que hemos buscado la salvación. “No puedes encontrarla (la salvación) en las nubes que rodean la luz, y es ahí donde la has estado buscando” (8:2). Por extraño que parezca, los resentimientos y los objetos en los que hemos buscado la salvación no son tan diferentes; un
resentimiento contra un hermano es también una afirmación de que algo de ese hermano nos hace desgraciados, lo que le convierte también en una posible fuente de salvación: yo sería feliz si él cambiara. Ver la salvación fuera de mí mismo o tener un resentimiento son medios por los
que cedo mi poder y niego mi única responsabilidad por el universo de mi mente.
En el ejercicio de apartar las nubes, Jesús nos dice: “Si te resulta útil, piensa que te estoy llevando de la mano, y que te estoy guiando. Y te aseguro que esto no será una vana fantasía” (9:3-4). Para algunos de nosotros, nos será útil imaginarnos agarrándonos a la mano de Jesús y
siendo conducidos a través de las nubes. Para otros, la imagen puede resultar más desconcertante que útil; quizá es necesario sanar nuestra relación con él antes de que esa imagen nos resulte atrayente; por lo pronto yo encuentro inmensamente útil imaginar a alguien que ya ha estado ahí y que ha vuelto, y que quiere guiarme en el proceso. Él no puede hacerlo por mí, pero con total seguridad puede ayudarme.
A veces pienso en Jesús como la parte de mi mente que ya ha despertado. Y él es parte de mí, tal como tú lo eres, y como todos lo son. Él no es un ser divino impresionante a quien no puedo
siquiera parecerme. Él es yo, recordando. Él es yo, despierto. Tomar su mano es identificarme con el Cristo en mí.
¡Ve derecho a la luz hoy!
????Allen Watson.
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