Escuchar "Lunes de la Decimoquinta Semana del Tiempo Ordinario, Año Impar. Lecturas Biblicas"
Síntesis del Episodio
• Ex 1, 8-14. 22. Vamos a vencer con astucia a Israel, porque está siendo más numeroso y fuerte que nosotros.
• Sal 123. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
• Mt 10, 34-11, 1. No he venido a sembrar paz, sino espadas.
No he venido a sembrar la paz, sino espadas. Cristo es una señal de contradicción para el mundo. O en favor de Cristo o en contra del mismo. Sus discípulos han de preferirlo a todo lo demás. " No anteponer nada al amor de Cristo ", dice San Benito en su Regla.
Los enviados del Señor que le siguen con las rupturas necesarias y le acompañan llevando cada uno su propia cruz, reciben al final una promesa extraordinaria: todo lo que se haga a sus enviados es a Cristo a quien se hace. San Agustín ha comentado con frecuencia este pasaje:
" La justicia exige de ti lo que de ti obtuvo la impureza. Escuchasteis el Evangelio: "No vine a traer la paz a la tierra, sino la espada" (Mt 10, 34). Dijo que iba a separar a los hijos de los padres. Pon tu mirada, pues, en aquella espada. ¿Quieres acaso servir a Dios y tu padre te lo prohíbe? Cuando amabas la impureza, corrías tras ella, aunque tu padre te lo prohibiese. Ahora la justicia te prohíbe seguir amándola; también aquí encontraste la prohibición de tu padre. Saca a relucir tu libertad, como entonces tu pasión. Entonces estabas dispuesto a ser desheredado con tal de no separarte de aquella impureza; estálo ahora también con tal de no separarte de la hermosura de la justicia. Es cosa grande y justa. ¿Quién hay que se atreva a decir: Es más merecedora de amor la impureza que la justicia?... Fijaos en aquella impureza y ved cuánto más exige de vosotros la piedad y la caridad, la hermosura de la justicia y la dulzura de la santificación " (Sermón 306, 4).
• Sal 123. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
• Mt 10, 34-11, 1. No he venido a sembrar paz, sino espadas.
No he venido a sembrar la paz, sino espadas. Cristo es una señal de contradicción para el mundo. O en favor de Cristo o en contra del mismo. Sus discípulos han de preferirlo a todo lo demás. " No anteponer nada al amor de Cristo ", dice San Benito en su Regla.
Los enviados del Señor que le siguen con las rupturas necesarias y le acompañan llevando cada uno su propia cruz, reciben al final una promesa extraordinaria: todo lo que se haga a sus enviados es a Cristo a quien se hace. San Agustín ha comentado con frecuencia este pasaje:
" La justicia exige de ti lo que de ti obtuvo la impureza. Escuchasteis el Evangelio: "No vine a traer la paz a la tierra, sino la espada" (Mt 10, 34). Dijo que iba a separar a los hijos de los padres. Pon tu mirada, pues, en aquella espada. ¿Quieres acaso servir a Dios y tu padre te lo prohíbe? Cuando amabas la impureza, corrías tras ella, aunque tu padre te lo prohibiese. Ahora la justicia te prohíbe seguir amándola; también aquí encontraste la prohibición de tu padre. Saca a relucir tu libertad, como entonces tu pasión. Entonces estabas dispuesto a ser desheredado con tal de no separarte de aquella impureza; estálo ahora también con tal de no separarte de la hermosura de la justicia. Es cosa grande y justa. ¿Quién hay que se atreva a decir: Es más merecedora de amor la impureza que la justicia?... Fijaos en aquella impureza y ved cuánto más exige de vosotros la piedad y la caridad, la hermosura de la justicia y la dulzura de la santificación " (Sermón 306, 4).
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