Jueves de la Vigésimo Quinta Semana del Tiempo Ordinario, Año Impar

24/09/2015 38 min
Jueves de la Vigésimo Quinta Semana del Tiempo Ordinario, Año Impar

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Síntesis del Episodio

• Ag 1, 1-8. Construid el Templo, para que pueda complacerme.
• Sal 149. El Señor ama a su pueblo.
• Lc 9, 7-9. A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?

. En el Evangelio de la Misa, San Lucas nos dice que Herodes deseaba encontrar a Jesús: Et quaerebat videre eum, buscaba la manera de verle. Le llegaban frecuentes noticias del Maestro y quería conocerlo.
Muchas de las personas que aparecen a lo largo del Evangelio muestran su interés por ver a Jesús. Los Magos se presentan en Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?. Y declaran enseguida su propósito: vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle: su propósito es bien distinto del de Herodes. Le encontraron en el regazo de María. En otra ocasión son unos gentiles llegados a Jerusalén los que se acercan a Felipe para decirle: Queremos ver a Jesús. Y en circunstancias bien diversas, la Virgen, acompañada de unos parientes, bajó desde Nazareth a Cafarnaún porque deseaba verle. Había tanta gente en la casa que hubieron de avisarle: Tu Madre y tus hermanos están fueran y quieren verte. ¿Podremos imaginar el interés y el amor que movieron a María a encontrarse con su Hijo?,
Contemplar a Jesús, conocerle, tratarle es también nuestro mayor deseo y nuestra mayor esperanza. Nada se puede comparar a este don. Herodes, teniéndole tan cerca, no supo ver al Señor; incluso tuvo la oportunidad de poder ser enseñado por el Bautista, el que señalaba con el dedo al Mesías que había llegado ya, y, en vez de seguir sus enseñanzas, le mandó matar. Ocurrió con Herodes como con aquellos fariseos a los que el Señor dirige la profecía de Isaías: Con el oído oiréis, pero no entenderéis, con la vista miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos y han cerrado sus ojos. Por el contrario, los Apóstoles tuvieron la inmensa suerte de tener presente al Mesías, y con Él todo lo que podían desear. Bienaventurados, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen, les dice el Maestro...

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