Escuchar "Domingo de la Vigésimo Octava Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo B"
Síntesis del Episodio
• Sb 7, 7-11. En comparación de la sabiduría, tuve en nada la riqueza.
• Sal 89. Sácianos de tu misericordia, Señor. Y toda nuestra vida será alegría.
• Hb 4, 12-13. La palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón.
• Mc 10, 17-30. Vende lo que tienes y sígueme.
Vende lo que tienes y sígueme. Cristo nos llama, pero nosotros podemos rechazar su voz, queriendo seguir nuestros planes. Somos un riesgo para nuestra salvación. Tres partes tiene esta lectura: a) encuentro del joven rico con Cristo, que se ve rechazado porque el joven está apegado a sus riquezas; b) reflexión de Cristo sobre las riquezas; c) el Maestro, partiendo de una pregunta de Pedro, promete bienes espirituales a los que renuncian a todo por seguirle.
Para Cristo la riqueza no solo puede ser un peligro, sino también un impedimento para alcanzar el Reino de Dios. Despojarse de ellas es siempre un consejo que hace más libre para poder caminar más expeditamente, siguiendo sus huellas, y llegar así a ser un verdadero discípulo suyo. En sí las riquezas no son malas, pero pueden usarse malamente. Ahí está el mal, para quien no ha sido llamado a una mayor interioridad espiritual y religiosa. En la libertad de corazón, ante el atractivo de las criaturas, está la verdadera Sabiduría, por amor a la cual se prefiere, si es preciso, perderlo todo. Teniendo a Dios, lo tenemos todo, y podemos colaborar con Él en orden a nuestra salvación y la salvación de los demás. Comenta San Agustín:
" Si amas la vida y temes la muerte, este mismo temor es un constante invierno. Y cuando más nos punza el temor de la muerte es cuando todo va bien. Por eso, creo que para aquel rico a quien causaban satisfacción sus riquezas -pues tenía muchas y muchas posesiones- el temor de la muerte era una llamada continua, y en medio de sus delicias se consumía. Pensaba en que tendría que dejar todos aquellos bienes. Los había acumulado sin saber para quién; deseaba algo eterno... Tenía su gozo en esas riquezas; por eso preguntaba al Señor qué tenía que hacer de bueno para conseguir la vida eterna; deseaba dejar unos placeres para conseguir otros, y temía abandonar aquellos en los que entonces encontraba su gozo. Por eso se alejó triste, volviendo a sus tesoros terrenos " (Sermón 38, 7).
Aquel joven pudo ser un apóstol de Cristo. Pero hoy no sabemos ni siquiera su nombre.
• Sal 89. Sácianos de tu misericordia, Señor. Y toda nuestra vida será alegría.
• Hb 4, 12-13. La palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón.
• Mc 10, 17-30. Vende lo que tienes y sígueme.
Vende lo que tienes y sígueme. Cristo nos llama, pero nosotros podemos rechazar su voz, queriendo seguir nuestros planes. Somos un riesgo para nuestra salvación. Tres partes tiene esta lectura: a) encuentro del joven rico con Cristo, que se ve rechazado porque el joven está apegado a sus riquezas; b) reflexión de Cristo sobre las riquezas; c) el Maestro, partiendo de una pregunta de Pedro, promete bienes espirituales a los que renuncian a todo por seguirle.
Para Cristo la riqueza no solo puede ser un peligro, sino también un impedimento para alcanzar el Reino de Dios. Despojarse de ellas es siempre un consejo que hace más libre para poder caminar más expeditamente, siguiendo sus huellas, y llegar así a ser un verdadero discípulo suyo. En sí las riquezas no son malas, pero pueden usarse malamente. Ahí está el mal, para quien no ha sido llamado a una mayor interioridad espiritual y religiosa. En la libertad de corazón, ante el atractivo de las criaturas, está la verdadera Sabiduría, por amor a la cual se prefiere, si es preciso, perderlo todo. Teniendo a Dios, lo tenemos todo, y podemos colaborar con Él en orden a nuestra salvación y la salvación de los demás. Comenta San Agustín:
" Si amas la vida y temes la muerte, este mismo temor es un constante invierno. Y cuando más nos punza el temor de la muerte es cuando todo va bien. Por eso, creo que para aquel rico a quien causaban satisfacción sus riquezas -pues tenía muchas y muchas posesiones- el temor de la muerte era una llamada continua, y en medio de sus delicias se consumía. Pensaba en que tendría que dejar todos aquellos bienes. Los había acumulado sin saber para quién; deseaba algo eterno... Tenía su gozo en esas riquezas; por eso preguntaba al Señor qué tenía que hacer de bueno para conseguir la vida eterna; deseaba dejar unos placeres para conseguir otros, y temía abandonar aquellos en los que entonces encontraba su gozo. Por eso se alejó triste, volviendo a sus tesoros terrenos " (Sermón 38, 7).
Aquel joven pudo ser un apóstol de Cristo. Pero hoy no sabemos ni siquiera su nombre.
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