Escuchar "Domingo de la Decimocuarta Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo B. Lecturas Bíblicas"
Síntesis del Episodio
• Ez 2, 2-5. Son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.
• Sal 122. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.
• 2Co 12, 7b-10. Presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo.
• Mc 6, 1-6. No desprecian a un profeta más que en su tierra.
No desprecian a un profeta más que en su tierra. El propio Jesucristo que nos redimió como Hijo de Dios encarnado, fue signo de contradicción a causa de su humilde condición humana. Jesús responde al escepticismo del pueblo de Nazaret con un proverbio que refleja la verdad bien sabida de que la envidia y la familiaridad predisponen mal frente a una persona conocida. San Ambrosio habla de este odio y envidia:
" La envidia no se traiciona medianamente: olvidada del amor entre sus compatriotas, convierte en odios crueles las causas del amor. Al mismo tiempo, ese dardo, como estas palabras, muestra que esperas en vano el bien de la misericordia celestial si no quieres los frutos de la virtud en los demás; pues Dios desprecia a los envidiosos y aparta las maravillas de su poder a los que fustigan en los otros los beneficios divinos. Los actos del Señor en su carne son la expresión de su divinidad, y "lo que es invisible en Él nos lo muestra por las cosas visibles" (Rm 1, 20).
" No sin motivo se disculpa el Señor de no haber hecho milagros en su patria, a fin de que nadie pensase que el amor a la patria ha de ser en nosotros poco estimado: amando a todos los hombres, no podía dejar de amar a sus compatriotas; mas fueron ellos los que por su envidia renunciaron al amor de su patria... Y, sin embargo, esta patria no ha sido excluida de los beneficios divinos -allí vivió treinta años-. Observa qué males acarrea el odio; a causa de su odio, esa patria es considera indigna de que Él, conciudadano suyo, obrase en ella, después de haber tenido la dignidad de que el Hijo de Dios morase en ella " (Tratado sobre San Lucas lib. IV, 46-47).
• Sal 122. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.
• 2Co 12, 7b-10. Presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo.
• Mc 6, 1-6. No desprecian a un profeta más que en su tierra.
No desprecian a un profeta más que en su tierra. El propio Jesucristo que nos redimió como Hijo de Dios encarnado, fue signo de contradicción a causa de su humilde condición humana. Jesús responde al escepticismo del pueblo de Nazaret con un proverbio que refleja la verdad bien sabida de que la envidia y la familiaridad predisponen mal frente a una persona conocida. San Ambrosio habla de este odio y envidia:
" La envidia no se traiciona medianamente: olvidada del amor entre sus compatriotas, convierte en odios crueles las causas del amor. Al mismo tiempo, ese dardo, como estas palabras, muestra que esperas en vano el bien de la misericordia celestial si no quieres los frutos de la virtud en los demás; pues Dios desprecia a los envidiosos y aparta las maravillas de su poder a los que fustigan en los otros los beneficios divinos. Los actos del Señor en su carne son la expresión de su divinidad, y "lo que es invisible en Él nos lo muestra por las cosas visibles" (Rm 1, 20).
" No sin motivo se disculpa el Señor de no haber hecho milagros en su patria, a fin de que nadie pensase que el amor a la patria ha de ser en nosotros poco estimado: amando a todos los hombres, no podía dejar de amar a sus compatriotas; mas fueron ellos los que por su envidia renunciaron al amor de su patria... Y, sin embargo, esta patria no ha sido excluida de los beneficios divinos -allí vivió treinta años-. Observa qué males acarrea el odio; a causa de su odio, esa patria es considera indigna de que Él, conciudadano suyo, obrase en ella, después de haber tenido la dignidad de que el Hijo de Dios morase en ella " (Tratado sobre San Lucas lib. IV, 46-47).
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